¿Deseas aumentar la intensidad?
Escucha nuestro podcast y eleva el nivel de sensaciones:
¿Les ha pasado que piensan en lo excitante que sería hacerlo al aire libre? Yo siempre he sido de mente abierta y decenas de fantasías por cumplir, pero el bosque era una aún sin tachar de la lista.
Cierto día, como la mejor coincidencia que podría tener, me invitó un amigo a acampar junto con un grupo de sus compañeros, y se me hizo la excusa perfecta para robármelo en medio de la noche.
Le he tenido unas ganas abismales desde hace un par de años y… ¿cómo no aprovechar el momento?
Bosque y deseo
Nos preparamos, nos encontramos y todo marchó a la perfección. Un plan social, espontáneo y la naturaleza siempre haciendo de las suyas con su irremplazable belleza.
Llegamos y la tensión era tan evidente que cuando podíamos nos robábamos besos y una que otra manoseada cuando nadie más nos miraba.
Yo estaba ansiosa, y por supuesto ya mojada, esperando que se hiciera más tarde y que todos quisieran dormir para escaparme con mi amigo y pasó más pronto de lo que esperaba.
Ya teníamos un lugar en la mira, así que cuando el parche de amigos se comenzó a disipar, decidimos huir entre los árboles a unos cuantos metros de distancia.
Un oral y muchos fluidos
Nos comenzamos a besar muy apasionadamente al lado de un gigante árbol, en el que me recostó para comenzar a acariciarme los senos, me besaba y sus juguetonas manos pasaban por diferentes partes de mi cuerpo.
Me apretaba la cara, luego me agarraba las nalgas, él no sabía ni qué hacer conmigo, lo que me calentó aún más.
Rozando su pene contra mi vagina, aún con ropa, decidió meter los dedos para comprobar qué tan mojada me ponía, y lo que encontró fue todo un charco de mis deliciosos fluidos, los cuales inmediatamente llevó a su boca de la manera más sensual.
Eso lo excitó tanto, que comenzó a bajar lentamente, se arrodilló, bajó mi licra, puso una de mis piernas en su hombro y se metió en mi entrepierna para pasar su lengua por toda mi vulva y regalarme un delicioso oral.
Él sabía muy bien lo que hacía, no se apresuraba, se tomaba el tiempo necesario para saborearla, lo hacía lento, pausado y sin presiones, luego aceleraba el ritmo y cuando me veía muy caliente volvía a hacerlo lento.
Yo me sostenía con una mano de las ramas del árbol para no perder el equilibrio, mientras que con la otra empujaba su cabeza hacia mi vagina.
Él no se cansaba de darme placer, así que estuvo ahí por unos 15 minutos.
Yo quería compensarle su compromiso con mi clítoris y decidí hacer lo mismo con su verga, así que lo paré y la que bajó fui yo.
No quería metérmelo por completo en la boca, así que sólo lo rozaba con mis labios y pasaba mi lengua por todo el torso de su pene hasta llegar lentamente a la cabeza.
Usaba mis manos para irlo masturbando y duplicar las sensaciones.
Lo escupía cuando sentía que el viento secaba su lubricación y continuaba lamiendo y frotando mis labios por los alrededores, quería ponerlo tan caliente que me pidiera con ansias que lo metiera a mi boca.
– Chúpamelo completo, escuché.
Succión y lengua
Así que escupí de nuevo, pasé mi dedo húmedo suavemente por la cabeza de su pene y comencé a succionarla con mi boca.
– ¡Oh por Dios! ¿Qué es eso tan rico? ¿Qué estás haciendo? Me preguntó entre los dientes.
Mientras succionaba su cabeza, con mis manos masturbaba la base de su verga.
No quería que se viniera en mi boca, pero sí que se pusiera tan duro que creyera que no podría aguantar más.
– ¡Me vas a hacer venir!
–¡No!, le respondí, no te vienes sin antes metérmelo.
Así que me paré y me apoyé en el árbol dándole la espalda.
–Métemelo fuerte, dije. Traje regalitos para que no te vengas aún.
Saqué del bolsillo de mi chaqueta un anillo para el pene que retarda la eyaculación y nos ayuda a que la firmeza sea aún más duradera, el cual compré en una sex shop antes de nuestro encuentro.
Quería de todo, menos que el frío nos hicieras perder la calentura del momento.
Jugueteo penetrante
Se lo puso en menos de lo que pensé, pero no metió su pene inmediatamente, con la punta de él rozaba toda la zona, golpeaba mi vagina suavemente y me hacía sentir su erección prominente pasándolo de arriba abajo.
Yo no podía más, así que lo agarré del culo y lo acerqué con fuerza a mí.
–¿Me vas a coger o qué? ¡Mételo ya!
Yo estaba tan mojada y excitada que su pene se deslizó con gran fluidez dentro de mi vagina, comenzó a darme fuerte, demostrando las ganas acumuladas que me tenía.
Me encanta generar ese nivel de atracción sexual en los demás, me eleva, me hace sentir que tengo el control, me excita aún más.
Agarraba con fuerza mi cintura y me empujaba hacia él, gemía como los dioses, en mitad del frío todos dos estábamos cubiertos de sudor. ¡Que tremendo revolcón!
Pasaron unos minutos y ambos estábamos en la cima del clímax, me daba y me preguntaba si estaba cerca de venirme.
-Ya me voy a venir, dame más rápido, le contesté.
La intensidad incrementó y ambos nos vinimos al tiempo, para que después él se terminara de deslecharse en mi culo.
Esa noche no nos importó la incomodidad, el frío o la presencia de los demás, dejamos todas las ganas que nos llevábamos al lado de ese árbol.