Relatos eróticos: Me hago la paja rusa

Relatos eróticos: me hago la paja rusa

Comencé a masturbarme en la adolescencia, cuando tenía 14 años. Un día, me quedé despierto hasta tarde viendo televisión cuando vi una escena triple XXX. No era porno como tal, pero si escenas eróticas. Al principio me asusté, pero luego disfruté y sentí como mi pene se iba poniendo erecto y se mojaba. No sabía qué hacer, me sentía raro, pero me gustó, así que comencé a masturbarme con una muñeca de mi hermana menor. Me estaba haciendo la paja rusa sin darme cuenta.

Me estaba haciendo la paja mirando a una pareja desnuda besarse y tocarse mutuamente. Veía los hermosos senos de esa mujer y su culo redondo y suave. Mientras más lo hacía, más me gustaba hasta que en un momento sentí que iba a explotar, se me fue el aliento, mi corazón palpitaba demasiado rápido, estaba sudando mucho, pero satisfecho y cansado.

En ese momento no sabía que había tenido un orgasmo, pero me gustó tanto que me volví adicto a masturbarme todos los días. Como estaba muy joven, no sabía que tocarse a sí mismo para darse placer era hacerse la paja, solo sabía que en las películas triple XXX la mujer gemía mucho y el hombre la penetraba hasta eyacular encima de ella, por lo que lo asocié con los orgasmos que yo tenía. Siempre veía ese canal en las noches, cuando estaba solo y mis papás se habían dormido.

Así me hice la paja rusa perfecta

Cuando tenía más o menos 16, me compre una muñeca masturbadora realista, de esas que tienen senos y una cuquita toda rosadita y apretada. Con ella comencé a hacerme la paja rusa. Metía mi pene entre sus senos y me imaginaba que era una actriz porno con tetas grandes y duras. Me venía en esos pezones rosaditos y luego los chupaba, era delicioso, mucho más rico que masturbarse simplemente con la mano.

Me hacía la paja rusa con todo lo que encontrara, un condón, crema de manos, contra la cama y hasta con un lubricante que le descubrí a mi hermano.

Poco tiempo después, busqué en internet y me di cuenta de que masturbarse de esa manera tenía un nombre propio, paja rusa. Supe entonces que era algo un poco menos común de lo normal, pero no me importó.

Sin embargo, a los 18 años, ya no era suficiente ver ese canal donde siempre a la media noche pasaban esas escenas y hacerlo con la muñeca de goma, sino que necesitaba ver algo más explícito, por lo que navegando en internet busqué: “pareja haciendo el amor”. Fue una búsqueda “inocente” para los resultados que me dio Google. Entré en la primera página porno y vi cientos de vídeos relacionados con mi búsqueda.

La mejor adicción

De inmediato comencé a sentirme arrecho, con las bolas doliéndome por las ganas de ver esos vídeos y hacerme una paja rusa con mi muñeca mientras veía como dos mujeres con las vaginas bien mojadas, le chupaban el chimbo a un man y se besaban entre ellas. Me masturbé con tantas ganas que me vine muy rápido, el porno siempre será un buen acompañante para la imaginación y por supuesto para calentarse.

Unos meses después, conseguí novia. Yo seguía usando en mi muñeca masturbadora regularmente, pero luego de tener sexo con mi novia, las ganas se intensificaron, quería más. Así que le pedí que me hiciera la paja rusa y me lo chupara en todo momento. En la universidad, en la calle, en el carro, en su casa. Cualquier lugar me parecía bueno para que me diera sexo oral, pero yo insistía en que hiciéramos la paja rusa con esos deliciosos senos suavecitos y esos pezones cafés que me ponían a volar mientras pensaba en actrices porno para tener un orgasmo que me dejara tirado en la cama.

Mi compañera fiel

Hoy tengo 36 años y puedo decir que aún uso mi muñeca masturbadora para hacerme la paja rusa porque es algo que disfruto igual que el sexo.

Los hombres estamos calientes todo el tiempo pensando siempre en encontrar algún roto donde meterlo, en masturbarnos viendo porno en nuestro celular, imaginando a esa actriz con sus tetas restregadas en nuestras caras y por supuesto en nuestro chimbo, dejando las sabanas manchadas en un orgasmo que nos baña en sudor.

Relatos eróticos: Descubrí que era lesbiana 🔊

descubrí que era lesbiana

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Siempre me he considerado una mujer heterosexual. Es la preferencia sexual de la mayoría de las personas y en la que en mi familia reina, porque, a decir verdad, no conozco a ningún tío, primo que sea gay o a alguna prima que sea lesbiana.

Sin embargo, hubo un tiempo en mi vida adulta en que estaba un poco indecisa. Me gustaban muchos los hombres, pero las mujeres me llamaban la atención porque son sensuales y hermosas. Mantenía viendo fotos de modelos y actrices porque quería ejercitarme para tener un cuerpo escultural como el de ellas, pero sin darme cuenta, seguía a más mujeres que hombres. Mis redes sociales estaban llenas de mujeres en ropa interior y trajes de baño donde estaban casi desnudas y me encantaba eso.

¿Será que soy lesbiana?

No estaba consciente que de ese modo podría considerarme lesbiana, hasta que el comentario de un amigo me hizo caer en cuenta de ello. Me dijo que le parecía raro que yo siguiera a tantas mujeres, que parecía que fuera lesbiana o quisiera entrar en esa onda del lesbianismo. Les respondí que no sería tan mala idea, igual besar a una mujer para probar sería rico.

Ese comentario me quedo sonando. ¿Será que de verdad que estaba metiéndome al lesbianismo sin darme cuenta? ¿será que en el fondo soy lesbiana? Mi mente comenzó a volar y a imaginar muchas escenas de sexo con mujeres hermosas, delgadas, altas, bronceadas y cabello largo. Busque en internet “lesbianismo”, pero los resultados fueron muy académicos, entonces busque “lesbiana xxx” y obtuve los resultados que esperaba. Mujeres hermosas besándose entre ellas, tocándose mutuamente, usando dildos entre las dos, chupándose las vaginas como dos lesbianas calientes que solo piensan en tener un orgasmo que las deje con las piernas temblando. Al ver esas escenas, sentía cosquillas en mi clítoris y mis ojos no parpadeaban.

Quería ver más y más. Así que comencé a tocarme viendo como esa escena de lesbianas se apoderaba de mí. Imaginaba besando a esas morenas de culo grande acariciando todo mi cuerpo mientras les besaba los senos y metía mis dedos en sus vaginas. En mi imaginación estábamos haciendo un trio de lesbianas y era la mejor fantasía de mi vida. Cuando comenzaron a masturbarse entre ellas, imaginaba besando la vagina rosadita y chiquita de una de ellas, estaba muy mojada. Mi vagina estaba llena de lubricante y mis dedos rozaban desde mi clítoris hasta donde comienza mi ano. No esperaba que ser lesbiana fuera mi mayor fantasía y mi punto de excitación máxima.

Orgasmo genuino

Estuve viendo el video hasta que se metieron a un jacuzzi y sus pezones se veían mojados, enjabonados y duros. Ahí supe que me iba a venir, así que comencé a sobarme el clítoris y a pellizcarme los pezones, gimiendo y aumentando mi respiración para que el orgasmo apareciera cuanto antes. Cerré los ojos y los pensamientos sobre ser lesbiana llenaron mi cabeza y me vine en un orgasmo corto pero intenso. Mi clítoris quedo tan sensible que tuve que parar el video y descansar un poco, pero luego quería más.

Era la primera vez que después de un orgasmo, sentía que iba a venirme de nuevo, así que seguí viendo a esas mujeres gemir y gritar de placer mientras metía mis dedos en mi vagina y sentía como iba mojando las sabanas. ¡Exploté de placer! me vine tan duro que las sabanas quedaron literalmente mojadas, era el tan anhelado orgasmo squirt. Nunca había sentido eso, nunca pensé que ver a unas lesbianas dándose dedo y besándose haría que yo tuviera el mejor orgasmo de mi vida. Me relajé, cerré mi portátil y dormí hasta el otro día. Estaba satisfecha y con las sabanas ya frías de mis fluidos.

Ahora que soy más adulta, pienso que ser lesbiana me permitió conocer esa faceta de mi vida que estaba dormida y que disfruto con plenitud para tener los mejores orgasmos de mi vida.

Relatos eróticos: Disfruté ser infiel 🔊

Imagen ilustrativa de una mujer infiel

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Existe una creencia que dice que los hombres son más propensos a ser infiel que las mujeres por su instinto carnal. Que no pueden ver una escoba con falda porque se lanzan directo a la caza. Pero debemos admitirlo, las mujeres también pueden ser infiel, no somos ningunas santas y es normal admitirlo.

Mientras estaba estudiando, tenía un nuevo novio. Lo quería mucho pero nada de amor intenso de esos que te ponen medio idiota. En quinto semestre, conocí a un chico de otra carrera. Nos conocimos porque teníamos una amiga en común que nos presentó. Cuando lo vi por primera vez, pensé inmediatamente que era un papasito. Estaba como a mi gustan, alto, no tan musculoso pero acuerpado, trigueño, ojos oscuros y cabello corto, mi hombre ideal. Al momento de tener esos pensamientos cochinos, no se me pasó por la mente considerar ser infiel, porque simplemente eran cosas de mi imaginación.

Mucho gusto, Felipe. – Me dijo mientras no paraba de ver esos gruesos labios que moría por besar.

Hola, me llamo Samanta. – Le dije con una voz segura y calmada. No quería que notara que me estaban temblando las rodillas.

Habló con mi amiga y después de un rato se fue. Cuando se volteó pensé que estaba para chuparle hasta el apellido.

Nos despedimos, cada una se fue a su clase y mientras llegaba al salón lo busqué por Instagram y lo encontré, pero tenía el perfil privado. Esperé mas o menos 2 semanas y luego comencé a seguirlo, para ese entonces aún no me sentía infiel. Cuando me aceptó, no podía dejar de ver sus fotos sin camisa, haciendo ejercicio, en rumbas. No me sorprendió ver en sus fotos más de 300 me gusta, donde casi todas eran mujeres y los comentarios también eran de viejas mucho más buenas que yo. Igual, solo pensé que iba a ser un “amor platónico” y que ese pensamiento de ser infiel a mi novio acabaría pronto.

Ser infiel no estaba en mis planes

Después de aproximadamente 3 meses de darle algunos me gusta a sus fotos y pensarlo todo el tiempo, tuve varios sueños húmedos. Estaba ansiosa por soñarlo cada noche y levantarme con las tangas mojadas, y aquí seguía la firma intención de ser infiel rondando sin ninguna vergüenza en mi cabeza. Pero un día me cansé de que fueran solo sueños así que tomé valentía y decidí escribirle.

-Hola Felipe, ¿cómo estas?

-Hola, ¿bien y vos?

-Bien gracias. Quiero ser sincera con vos y decirte algo de lo que mañana pueda arrepentirme, pero es que desde hace mucho tiempo he tenido sueños calientes con vos y ya no aguantaba una noche más con todos estos pensamientos que literal me ahogan.

Hubo un silencio de 3 minutos que fueron eterrrrrnos. Él leyó el mensaje, pero no decía nada, no escribía nada. Sabía que la había cagado. Solo restaba esconderme de él por el resto de mi carrera para no morir de pena y que no se diera cuenta que por medio de mis redes sociales intentaba ser infiel a mi novio

-Jajaja, que rico que tengas esos sueños conmigo. Si quieres nos vemos un día de estos y charlamos un rato.

No podía creer que había leído eso. Pensé que había quedado como la más zorra y lanzada, pero al parecer a él no le importó que yo tuviera novio y que él fuese el motivo para ser infiel.  Así que le dije que nos viéramos ese mismo día.

La pecadora

Me recogió a las 11 de la noche y fuimos a un motel cercano, estaba a punto de ser infiel de la manera más descarada con el hombre de mis sueños. Nunca hubiera imaginado que yo podría tener la dicha de que mi primera vez siendo infiel, fuera con un tipo como él, tan codiciado por muchas mujeres. Y así fue, entramos a la habitación, pedimos algo de tomar, comenzamos a escuchar música, nos besamos suave, nos quitamos la ropa, nos acariciarnos. Cuando lo vi desnudo tenia el cuerpo perfecto, unas nalgas deliciosas, hombros anchos, piernas tonificadas y abdomen trabajado. Los pensamientos sobre ser infiel habían desaparecido por completo. Al momento de besar su pene, lo hice con tanto esmero que podría haber ganado un premio por el mejor blow job. Él me besó por poco tiempo, pero yo lo que quería era sentir su verga dentro de mí.

Estaba muy mojada, su pene entró sin ninguna dificultad y se resbalaba con facilidad. Nunca había pensado que ser infiel sería tan delicioso. Cuando me lo metía, me miraba con esos ojos cafés y se mordía el labio y eso hacía que me calentara más. Tuvimos sexo por mas o menos 1 hora, tuve un orgasmo intenso y varios pequeños, hasta que sentí que él iba a venirse por sus gemidos. Le dije que se viniera en mi boca porque quería probar de su leche. Me miró con asombró y sin pensarlo un chorro caliente cayó en mis labios, dejándome sedienta por más. Caímos rendidos en la cama. Luego de eso pensé que oficialmente era infiel, una novia infiel sin ningún remordimiento porque lo había disfrutado demasiado.

Charlamos un rato y me preguntó si no me sentía culpable por eso, pues ya sabía que él era el cacho y yo la novia infiel. Me reí y le dije que no se preocupara por eso. Escuchamos música un rato más hasta el segundo round.

Cuando el tiempo del motel terminó, salimos satisfechos, algo penosos por no conocernos bien e ido directo al grano, pero sin culpa alguna. Me dejó en mi casa se fue y ya estando sola en mi habitación pensé que no me había sentido mal por ser infiel. Que me gustó mucho ser la novia mala,  porque era divertido, excitante y sentía mucha adrenalina. Espero verlo de nuevo para volver a probar de esa miel tan peligrosa y excitante que es ser infiel, y disfrutar plenamente el tener sexo salvaje con un man que se apodera de cada pensamiento libidinoso, de cada una de mis fantasías y que me hace mojar con tan solo recordarlo.

Relatos eróticos: ¿Cómo salir del closet siendo gay?

como salir del closet siendo gay

En mi familia ser hombre, aclaro hombre heterosexual, no gay, era sinónimo de orgullo y vanidad. Mi abuelo, mi papá y mis tíos pertenecieron a la milicia en su juventud. Mi abuelo peleó en la segunda guerra mundial ganando reconocimientos por su ardua labor y mis tíos lucharon contra los grupos armados en los años 80. Luego llegué yo, un hombre de estatura promedio, cabello negro, barba abundante y medio acuerpado atrapado en un caparazón intentando salir del closet.

Desde joven, escuchaba a mi mamá decirle a mi papá que no me dejaría llevar al servicio militar porque tenía miedo de que me pasara algo malo y no regresara a casa, pero mi papá insistía en que la milicia me haría un hombre más fuerte y decidido en la vida. En ese tiempo, no pensé que pronto podía salir del closet siendo gay.

Me niego a pensar que soy gay

Crecí con gustos de “niño”, jugaba con carritos, canicas, peleas etc. Pero había algo que en mi interior no me cuadraba: no me gustaban las niñas. Veía un programa de tv en el que aparecía un niño rubio muy lindo y yo amaba verlo. Mi mamá me sorprendía viéndolo con los ojos idos y cambiaba de canal para que yo viera otras cosas.

Fue en el colegio cuando me di cuenta de que era gay, en una clase de educación sexual que dan los psicólogos. Me negué a pensar en algún momento en salir del closet, que me gustaban los hombres y no las mujeres y presentí que iba a ser un “problema” para toda la vida. Les preguntaba a mis amigos si les gustaba alguien, pero siempre nombraban mujeres y actrices de televisión y yo era el único gay que pensaba en Ben Affleck o Di Caprio.

Tenía mucho miedo de aceptarme tal como era, lloraba horas en mi cuarto sin que mis papás supieran porque temía que se enteraran y me odiaran, principalmente mi papá que era tan machista y de carácter fuerte.

Tengo que decirlo

Estuve oculto sin salir del closet siendo gay hasta que cumplí los 20. Antes de eso, salía con muchas mujeres en plan de amigos, nadie me conocía alguna novia y mis parceros me decían que ya me estaba haciendo tarde para perder la virginidad. No tenía afán, quería encontrar a la persona adecuada para revelarme mi secreto, salir del closet y abrirle mi corazón para tener una relación sentimental.

Solamente le había dicho a una amiga que le tenía toda la confianza y fue ella quien me impulsó a revelar mi secreto y decirle al mundo que era gay para aceptarme tal como soy. Ella me había dicho que salir de closet siempre era difícil, que sus otros amigos homosexuales habían tenido muchos problemas familiares por eso. Que hasta habían tenido que huir de casa y buscar un trabajo para sobrevivir, pero yo estaba decidido a que mis padres me quisieran siendo gay.

Logré salir del closet

Fue en una navidad, le dije a mis padres que tenía algo importante que decirle. Planeé todo a la perfección: el discurso que iba a dar para que aceptaran mi decisión del salir del closet y me quisieran como siempre, una cena con la ayuda de mi mamá para que el ambiente fuera especial y un vino para la ocasión. Estaba muy nervioso, las manos me sudaban, no podía dejar de mover mi pie izquierdo, parpadeaba mucho y mi voz se iba poniendo más débil de solo pensarlo.

Me levanté de la mesa para hacer un brindis y les dije que tenía que decirle algo sobre mí, creo que mi mamá pensó que iba a decirle que quería estudiar algo que a ella le gustaba y mi papa que quería ir a la milicia, pero en lugar de eso les dije:

-Les quiero decir que los amo y que le doy gracias a la vida por unos padres tan extraordinarios como ustedes y espero que después de esto me sigan amando como su hijo y que no cambie nada en nuestra relación, pero soy gay.

Mi madre se levantó de la mesa y me abrazó fuerte, me dijo que ella lo sabía desde hace poco porque se me notaba, porque parecía que siempre estaba ocultando algo o siempre estaba intranquilo, pero que a pesar de mi preferencia sexual me amaba hasta el fin de sus días. Mi padre, por el contrario, se levantó de la mesa y azotó su copa de vino contra la mesa, yéndose hacia la cocina gritando ¡MARICÓN! para desaparecer en un enojo que le duró más de una semana. Mi mamá se puso a llorar y me dijo que lo importante era ser autentico, que disculpara a mi padre, que tarde o temprano iba a pasarle pero que por el momento lo dejara solo y en paz.

Salir del closet me quitó un peso de encima

Luego de eso, subí temblando y llorando a mi habitación, por fin había pasado: salir del closet fue estupendo, por fin acepté que soy gay contra mis papás, ahora era cuestión de tiempo para que la familia y amigos se enterarán del que ya no era mi secreto.

Estuve encerrado en mi cuarto toda la noche, llame a mi amiga para decirle que ya lo había hecho y que me sentía tranquilo, como si me hubiera quitado un peso de encima, pero que mi papá no lo había tomado de la mejor manera.

Mutuo perdón

La semana siguiente, escuche a mi papá en la cocina. Tenía que entrar ahí para coger mi desayuno, pero no quería molestarlo, así que esperé a que se fuera para ir por él, pero escuché su voz que decía: Fabian, su mamá le dejó el desayuno acá, venga por él. Me sorprendió mucho que me dirigiera la palabra luego de salir del closet de esa manera, pero me alegró mucho que lo hiciera. Así que fui a la cocina y lo saludé, él con lágrimas en los ojos me abrazó y me pidió perdón por su reacción. Me dijo que para él era difícil aceptarlo, pero que yo era su único hijo y que no importara lo que pasara, siempre iba a amarme.

Solo me pidió el favor de guardar la compostura y verme como un hombre y no como un “marica”, pues sus raíces machistas no le permitían otra noticia como esa.

Orgullosamente gay

Ahora que acepté que soy gay y tomé la decisión de salir del closet, tengo una vida mucho más tranquila y serena. Aún salgo con mujeres, pero solo en plan de amigos.

No fue tan difícil que mis amigos hombres aceptaran que soy gay porque supuestamente lo sospechaban desde que supieron que tenía 20 y era virgen. Pero gracias al apoyo de ellos y de mi familia, salí adelante con mi homosexualidad para ser el hombre orgulloso que hoy soy.

Relatos eróticos: Sexo con mujeres maduras

sexo con mujeres maduras

Hace un tiempo, tenía fantasías sexuales con mi profesora de geografía. Yo tenía apenas 15 años y ella ya era una mujer mayor de 30 años, de esas que llaman mujeres maduras. Cada que tocaba geografía los martes y jueves, mi corazón se aceleraba y mi pene se iba poniendo erecto. Me imaginaba chupando su vagina por debajo de los vestidos largos que llevaba puestos mientras gemía como toda una profesora sexy de película de porno.

Al graduarme, seguía pensando en ella y en esa fantasía de estar con una mujer al menos 15 años mayor que yo. Me daba curiosidad conocer su experiencia en la cama, sus deseos, su seguridad y su calentura. Cuando entré a la universidad conseguí novias de mi edad, las quería mucho pero mi deseo por culiar maduras seguía en pie. Busque por internet sitios para conocer mujeres maduras que estuvieran dispuestas a tener sexo con hombres mucho más jóvenes que ellas. Al principio vi mujeres jóvenes y solteras, pero yo quería mujeres maduras que fueran casadas para ser solo el cacho ó mozo que solo se las come desenfrenadamente. Después de pasar 4 páginas buscando, al fin di con una negra de labios gruesos, senos parados y culo enorme, típico de ellas. Yo tenía 23 y ella 39, estaba en la edad perfecta para una culiada con maduras.

Inbox para mujeres maduras

Le escribí al chat para saludarla, pero estaba inactiva. Así que simplemente le deje un mensaje diciéndole que me había encantado y que quería conocerla, junto a una foto mía sin camisa en bóxer con mi pene notándose. Al otro día me metí a la página de citas y me había respondido de la siguiente manera:

Hola, me gustó mucho tu foto. Me llamo Patricia, me encantaría conocerte para ver eso que se esconde debajo del bóxer. Llámame al 593587960.

Agarré mi celular y la llame de una. No contestó la primera vez, pero la segunda vez escuche su voz. Era una voz suave, cálida y tierna, algo raro en mujeres maduras. Hablamos por 10 minutos de cosas que no importaban hasta que me dijo que nos viéramos ese día en un motel por fuera de la ciudad porque no quería que la vieran con un hombre tan joven como yo.

Llegué puntual a nuestra cita y ella se demoró un poco en llegar. Luego, la vi bajándose del taxi con un vestido que dejaba poco a la imaginación. Era de color rojo, sin tiras, con una transparencia en la espalda y tacones negros. Tan solo de verla se me empezó a parar el chimbo y mis manos comenzaron a sudar. La salude con un beso en la mejilla y entramos al motel. Nos registramos y mientras subíamos a la habitación, pensaba que al fin mi deseo de tener sexo con mujeres maduras se iba a realizar.

El mejor sexo de mi vida

Ella tomó las riendas del asunto sin ningún tipo de pudor. Comenzó a besarme apenas entramos y a desvestirme como si fuera mi primera vez. Yo dejaba que ella lo hiciera casi todo porque no me dejaba parar de la cama para acariciarla o besarla. Estaba en el cielo, nunca había estado con una mujer tan decidida capaz de dominarme, para su excitación y placer. Luego de hacerme sexo oral por 20 minutos, mis ganas de venirme ya estaban por salir, así que le dije que descansáramos un poco, pero ella se negó y al contrario se excitó más.

Siguió besándome y masturbándose hasta que mi leche salió y cayó en esos senos hermosos que tenía. Ver mi leche blanca contra esos senos color café era algo indescriptible. Descanse por 10 minutos y continuamos desfogándonos de placer. Le decía al oído que hacer el amor con mujeres maduras como ella, era un sueño. Ella solo sonreía y seguía cabalgando sobre mi cuerpo. Hice todas las posiciones posibles, quería ver su cuerpo de todas las maneras, en cuatro, con las piernas abiertas, boca abajo, con el culo levantado, etc. Tuvimos sexo por más de una hora hasta que mi cuerpo se cansó. Yo quería seguir dándole hasta desmayarme, pero mis piernas no daban más. Le dije que iba a tener otro orgasmo, ella se puso de perrito y me dijo que le clavara mi pene hasta lo más profundo de su vagina y me viniera adentro.

Le agarré sus nalgas, le pegaba hasta dejarla roja hasta que sentí un fuerte corrientazo y me dejé llevar. Eyaculé dentro de su vagina mientras ella gemía de placer. Saqué mi pene chorreado de semen y vi como sus labios hinchados estaban blancos, goteando mi fluido caliente.

¿Te volveré a ver?

Luego de ese día no la volví a ver. Había cerrado su cuenta en la página de citas y su número de teléfono estaba sin servicio, pero la culiada que le pegué no iba a desparecer fácilmente.

Debo decir que ese fue el mejor sexo de toda mi puta vida. Tener sexo con mujeres maduras como Patricia me hizo enamorarme más de ellas, me hizo querer tener todos mis orgasmos pensando en ellas. Espero algún día poder compartir mi vida con una mujer mayor que sea toda una diosa en la cama para tener sexo con ella hasta el fin de mis días.

Relatos eróticos: La colegiala virgen 🔊

Colegiala virgen

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Nunca fui de esas estudiantes que llamaban la atención, no era popular, pero si conocida en mi grupito de amigas como una de las pocas de mi clase que era virgen, la colegiala virgen.

Llegó el nuevo año escolar, nuevas caras, nuevos alumnos y por supuesto, nuevos profesores. En la presentación de los nuevos profes, hubo uno que me llamó la atención, el profesor Julián, de inglés. Todas estábamos botando la baba por ese man, pero él siempre se comportó como todo un caballero y yo como toda una colegiala virgen que fantaseaba en cada pasillo del colegio.

Tienes lindos ojos Tatiana

Un día, tuve que ir a la papelería por unos marcadores para un profesor. Se los pedí a la encargada y en eso llega Julián. Me saluda y me pregunta mi nombre, le digo que me llamo Tatiana y me dice que tengo lindos ojos. Sonreí y me fui.

Unos días después, me lo encontré de nuevo en el auditorio. Yo estaba sola buscando el saco que había dejado ahí, cuando sentí que alguien dijo ¿Tatiana? Voltee y era él. Me sentí muy nerviosa porque no quería que pasara nada entre los dos, me daba miedo que nos fueran a ver y me expulsaran, pero él estaba tranquilo. Se me acercó y me dijo que por qué estaba sola, le respondí con voz nerviosa y se rió. Cuando estaba por irme corriendo hacia la salida, me tomó del brazo y me besó la mejilla. Lo mire a los ojos y luego me besó la boca. Fue un beso corto, simple, sin lengua, pero igual fue un beso de una colegiala virgen arrecha por un profesor, algo demasiado cliché.

Luego de eso, me dijo que nos viéramos ahí mismo al día siguiente cuando las clases fueran a terminar. En mi cabeza rondaban mil cosas sobre él y era algo increíble que eso me estuviera pasando.

Al otro día, me arreglé un poquito más de lo normal y me puse perfume para oler delicioso. Llegue algo tímida, pero él comenzó a acariciarme el cabello, luego bajo por mi brazo y mi pecho hasta llegar a mis manos. Cuando estábamos ya muy cerca, me dijo que no había olvidado mis ojos verdes y que eso lo tenía desvelado.

Luego me sentó en sus piernas y nos besamos muy apasionadamente. Comencé a acalorarme cuando sentí que su bulto crecía y sus manos iban subiendo por mis piernas debajo de mi falda hasta correrme el cachetero y sentir mi vagina húmeda. Me asusté un poco y luego le confesé: “soy virgen”. Se asombró y luego me dijo: me encantaría hacer el amor con una colegiala virgen como tú. Me metió un dedo, lo olió y se lo chupó. En eso, sonó el timbre para salida. Me arregle el uniforme y salimos por diferentes puertas para que nadie sospechara, no sin antes decirme que nos viéramos ahí cada dos días.

Nos agregamos al WhatsApp y hablábamos a escondidas de todos mientras estábamos en descanso y en clase. Por ahí nos citábamos en nuestro lugar de siempre para manosearnos un poco y calentarnos hasta que el timbre sonara. Era delicioso, sentir esa adrenalina de estar con un profesor y que solo lo supiéramos él y yo, me hacía querer perder mi virginidad en cada encuentro. Él me tenía agregada en su teléfono como “Mi colegiala virgen” y yo lo aceptaba porque ambos sabíamos que nuestra calentura, algún día iba a consumirse en un sexo desenfrenado en cada rincón del colegio.

Estuvimos así por 2 meses hasta que me dijo: Tatiana, necesito hacerte mía, necesito probar de esa cuquita que me tiene loco y culiarte para cumplir esa fantasía cliché de un profesor con una colegiala virgen como tú. Estuve muy indecisa, le dije que lo tenía que pensar porque no esperaba que fuera tan rápido. Si quería hacerlo con él, pero necesita tiempo, así que le dije que me diera un mes más y luego sería toda suya.

Dejé mi apodo de “colegiala virgen” atrás

Llegó el día, el tan esperado día en que mi apodo de colegiala virgen desaparecería. Le dije que me recogiera donde una amiga para que mi mamá no fuera a vernos. Eran las 9 de la noche cuando llegamos al motel, estaba temprano y yo muy nerviosa. Me había depilado toda, me había puesto ropa interior nueva, estaba lista para convertirme en mujer.

Él estaba tranquilo, pero para que me bajaran los nervios, pedimos una botella de ron y comenzamos a tomar mientras el alcohol nos ponía más alegres y sueltos. La habitación estaba decorada con pétalos de rosas y espejos por doquier. Besos van, besos vienen, comenzamos a quitarnos la ropa mientras que de su boca salían palabras de amor y ternura. Me decía que me veía hermosa, que tenía un cuerpo espectacular, que era su mujer y que pronto pasaría de ser su colegiala virgen a ser su mujer soñada.

Me hizo el amor de la manera más dulce posible. Fue muy suave, paciente, tierno y amoroso. Me acariciaba mucho los senos, me besaba suave, sus manos recorrían mi cintura de arriba hacia abajo hasta llegar a mis nalgas y meterse entre ellas para sobar mi vagina caliente. Me metía los dedos suavemente y los sobaba contra mi clítoris para mojarme aún más. Luego me hizo sexo oral por 20 minutos, se puso el condón e intentó penetrarme suave. Me dolió mucho la primera vez, pero luego me fui relajando hasta que entraba hasta la mitad. Solo hicimos la pose del misionero porque mis nervios no me dejaban moverme mucho y luego de 40 minutos se vino dentro de mí con el condón puesto. Claramente no fue un sexo desenfrenado, pero había sido mi primera vez y fue perfecto.

Por fin dejaría atrás mi apodo conocido de “colegiala virgen”, ahora sería como mis demás compañeras, solo que, a diferencia de ellas, yo hice el amor con mi profesor del colegio y para mí, no había mayor fantasía cumplida que esa.

Relatos eróticos: Entré a un motel en bicicleta 🔊

Motel en bicicleta

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No hace falta decir que un adolescente cuando comienza su vida sexual solo espera cualquier momento y oportunidad para tener sexo sin importar el lugar o el motivo. Pues así era yo, una mujer que no le importaba entrar a un motel en bicicleta, yo solo quería follarme a mi novio como una completa conejita en celo.

Mi novio y yo salíamos mucho a hacer deporte. Ese plan era sagrado cada domingo de ciclovía, pues mis padres eran muy estrictos conmigo y las salidas con mi novio eran bastante supervisadas. Pero, esas salidas eran plan “ciclovía/moteliada”. Hacíamos siempre el mismo recorrido: salimos cada uno en su bicicleta, las dejábamos en la casa de un amigo de él y nos íbamos en taxi al mismo motel de siempre, uno que queda sobre la autopista sur oriental, a plena vista de toda la ciudad.

Cuando terminábamos la faena, nos regresábamos en taxi hasta la casa del amigo de mi novio, recogíamos las bicicletas, nos mojábamos con agua para parecer “sudados” y llegábamos a la casa de cada uno.

El plan no iba como lo esperabamos

Un domingo como cualquier otro, nos disponíamos a hacer nuestro plan semanal, cuando recibimos una llamada del amigo de mi novio. Nos dijo no estaba en su casa y que ese día no podía ayudarnos. Sin pensarlo dos veces, le dije a mi novio que era imposible hacer nuestro plan, pero él, como todo hombre lleno de ganas por tener sexo, me convenció para que nos arriesgáramos y pasáramos la vergüenza de entrar a un motel en bicicleta.

Acepté la propuesta con una condición, entrar a otro motel, uno más barato, de esos que a la entrada tiene cortinas de lavadero de carro, para “guardar las apariencias”.

Y así fue, entramos al motel barato a las 9:30 de la mañana, con plena luz de día, como si nada, como si estuviéramos entrando a cualquier tienda de barrio a comprar mecato.

“Echámele un ojito a las bici porfa”

Al entrar, nos dimos cuenta de que no teníamos candado para amarrar las bicicletas, pero eso no nos detuvo. Nos registramos y luego mi novio le pidió el favor al de la recepción que le “echara un ojito” a las bicis. En ese momento quería que me tragara la tierra, ¡QUE PENA! Me avergoncé hasta que subí a la habitación y luego me ahogaba en risa porque no podía creer que yo estuviera pasando semejante pena.

Pasadas las 3 horas, bajamos a recoger nuestros “vehículos” para salir de un motel barato con toda la dignidad por el suelo. Luego de pensarlo mejor, me di cuenta de que la vergüenza era mayor al salir del motel que al entrar, pues las personas que andaban en carro o caminando iban a vernos y a pitarnos o silbar de manera jocosa para reír un rato.

Montados ya en nuestras bicis, salimos pedaleando a lo que las piernas daban para mezclarnos con la multitud y pasar desapercibidos.

Al llegar a mi casa, era imposible no tener una sonrisa como la Mona Lisa en mi rostro al pensar que había pasado la pena de mi vida en un motel, el lugar donde todos son desconocidos y el tiempo es pasajero.

Sin duda alguna, corrí a contárselo a mis amigas, quienes entre chistes y risas me dijeron que estaba loca por no aguantar las ganas y entrar a un motel de esa manera.

El recuerdo del motel en bicicleta

Luego de algunos años de haber contado esa historia con pena, hoy puedo decir que es algo que llevo con cariño y risas en mis recuerdos. Ya no me da pena contarlo, al contrario, disfruto porque me vuelvo a reír y no me arrepiento de haberlo hecho.

Si uno es joven y no tiene aventuras picantes como esa, se puede decir que no disfrutó la juventud como se merece.

Relatos eróticos: Anillo vibrador, ¿vale la pena?🔊

Anillo vibrador

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Con mi esposo tuvimos la grandiosa idea de probar un juguete sexual para encender la pasión que hacía tiempo estaba algo apagada. Ambos tenemos trabajos de tiempo completo y en lo único que pensamos al llegar a casa es comer, dormir y pagar deudas. Hacíamos el amor de vez en cuando, pero no como antes. Nuestro día de descanso decidimos ir a una tienda erótica y mirar que nos llamaba la atención. Le preguntamos a la niña que nos atendió, que cuál era el mejor juguete sexual para experimentar en pareja y nos recomendó un anillo vibrador. Mi esposo se emocionó más que yo, pero aun así accedí a darle la oportunidad y probar el tan nombrado anillo vibrador que sale en la mayoría de publicidad de las tiendas eróticas.

Llegamos a la casa, tomamos un poco de vino, yo me puse lencería sexy y mis tacones más altos. Empecé a abrazarlo por la espalda, lo besé mientras le quitaba la camisa y sus manos recorrieron mi cintura hasta llegar a mis senos. Todo iba de maravilla, yo solo pensaba en usar el anillo vibrador para tener un orgasmo y tocar el cielo.

Comenzó a quitarme el babydoll y besar todo mi cuerpo mientras que su pene se iba notando por debajo del pantalón. Luego me puse de rodillas y le hice sexo oral hasta que las rodillas me dolieran. Luego de calentarnos un buen rato, sacó el anillo vibrador que hace unas horas habíamos comprado y se lo puso en su pene erecto y listo para penetrarme. Yo estaba caliente y muy excitada, pero cuando me penetró y ese anillo vibrador tocó mi entrepierna, se me bajó tooooodo. Esa vaina estaba fría y aunque vibrara, yo no sentía nada porque el que lo tenía era mi esposo.

Me calmé y lo intentamos de nuevo, todo bien con la penetración suave pero luego comenzamos a hacerlo más rápido y ese anillo vibrador no hacía sino golpearme y bajarme la calentura que tenía. Le dije a mi esposo que se lo quitara, pero él lo volteó y ahora me pegaba en el clítoris. Me dio mucha risa porque perdíamos la concentración y teníamos que iniciar de nuevo. Que pereza, estaba con malgenio porque el anillo vibrador no nos había funcionado.

¿Será que pusimos el anillo vibrador bien?

Se lo quité y lo revisé para saber si es que estaba mal puesto o si definitivamente era que a nosotros no nos funcionaba. Pues como lo supuse, buscando en internet me di cuenta de que habíamos puesto mal el anillo vibrador. La vaina era que debíamos ponerlo en la base del pene con las orejitas hacía arriba (pero bien puesto). Como yo me senté encima de mi esposo, el anillo vibrador me daba en la ingle. O sea, ahí no sentía nada.

Lo volteamos y lo pusimos bien y cuando ya continuamos haciéndolo, sentí como el anillo vibrador tocaba mi clítoris de forma suave mientras vibraba. Ahí si me gustó. Comencé a cabalgar a mi esposo. Como yo era la que ponía el ritmo, el anillo me tocaba como yo quisiera. Luego, restregué mi vagina contra su pene y sentía como el juguetico me daba fuertes vibraciones para darme más placer.

Mi esposo vio mi cara de placer y me dijo:

– ¿Ahora si te gustó, cierto?

-Sí. Ahora si lo estoy sintiendo todo. ¡Que rico!

Dejamos el anillo vibrador hasta el final para ver si llegábamos juntos al orgasmo sintiendo las vibraciones. Lo hacíamos suave mientras nos decíamos cosas románticas y luego, cuando él tenía ganas de venirse, aceleró un poco hasta que en su último aliento me lo hizo tan fuerte que el anillo vibrador se pegó a mi vagina y me provocó un orgasmo tan fuerte que grité y apreté a mi esposo con mis piernas para que no fuera a salirse todavía. Nos vinimos al mismo tiempo. Fue delicioso.

Mientras disfrutábamos de ese orgasmo tan rico que habíamos tenido juntos, las vibraciones seguían desesperándome de placer mientras mi esposo estaba todavía adentro de mí. Cuando ya lo sacó, el semen se regó y mi vagina quedo blanquita.

-Si ves que fue buena idea comprarlo.

-Si amor, estuvo rico. Tenemos que seguirlo usando para probar nuevas poses.

Terminamos de limpiarnos y limpiar el juguete y decidimos usarlo con más frecuencia.

Me encantó tanto usar el anillo vibrador que por el momento no me interesa probar nuevos juguetes sexuales. Con ese juguete hacemos varias poses sexuales “raras” que complementan a la perfección el anillo y hacen que los dos tengamos sensaciones únicas mientras hacemos el amor.

Relatos eróticos: Las colegialas sexys 🔊

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Tuve una infancia algo difícil. Mis padres me abandonaron cuando cumplí 8 años y me dejaron con una tía para buscar un mejor futuro. Nunca volvieron, pero yo tenía claro que debía salir adelante por mis propios medios. Cuando cumplí 18, me gradúe del colegio y comencé a buscar trabajo. Una amiga y yo encontramos un lugar donde ganar buena plata a costa de nuestro cuerpo, un putiadero. Como estábamos recién graduadas y éramos muy unidas, nos apodaron Las Colegialas Sexys. Nos hacían vestir de todo tipo de profesiones, pero casi siempre estábamos como colegialas sexys.

Iban muchos hombres casados, aburridos de la monotonía con su pareja y preguntaban si las colegialas sexys estaban disponibles. Casi siempre nos pedían juntas para hacer tríos y orgías. La verdad, disfrutaba mucho de esa vida, a veces me acostaba con hombres muy guapos que me hacían ver las estrellas, otras veces solo hacía muy bien mi trabajo para que todo acabara rápido, pero en general, estaba feliz porque ganaba mucha plata y era deseada por los hombres.

Una pareja para las colegialas sexys

Una vez, llegó una pareja heterosexual. Era la primera vez que veía a una mujer, diferente a mis compañeras, en un sitio de esos. Pensé que simplemente querían conocer el lugar, pero en vez de eso, ambos pidieron a las colegialas sexys. Querían que las dos les hiciéramos un baile erótico y tuviéramos sexo con ellos. Pensé que mi amiga iba a estar con la mujer mientras yo complacía al hombre, pero en lugar de eso fue el man quien nos dijo que quería que su mujer tuviera un encuentro lésbico para su cumpleaños. Como ambas teníamos ropa de colegialas sexys, comenzamos a fingir que ella era nuestra profesora y nosotras sus alumnas desobedientes.

Hicimos varias preguntas para ambientar el momento, pero luego comenzamos a besarnos entre mi amiga y yo, mientras que “nuestra profesora” se soltó el cabello, se bajó el vestido que tenía y se quedó en ropa interior y tacones. Yo comencé a besarla en las piernas y mi amiga en la espalda mientras que su pareja se masturbaba viéndonos. Llegamos a la boca de la protagonista y nos dimos un beso triple, estábamos llenas de saliva, arrechas por querer más.

Mientras que mi amiga la seguía besando, yo subía a sus senos y los chupaba con tantas ganas que cada segundo, sus pezones se paraban más. Con mis manos, rozaba suavemente su vagina por encima de la tanga y sentía como su respiración era más y más fuerte. Comencé a hacerle sexo oral y su esposo entre tantas cosas que murmuraba, no paraba de decir que ver como dos colegialas sexys se comían a su esposa era lo mejor que sus ojos habían visto.

Nosotras seguíamos con nuestros disfraces de colegialas sexys y nuestra amante ya estaba completamente desnuda en tacones. Era tan caliente verla así. Mientras que le hacía sexo oral, mi amiga puso su vagina en la boca de la mujer y ella la masturbaba mientras su lengua recorría sus labios mojados. Podía notar que estaba llena de lubricante porque mi boca comenzó a estar muy mojada. Sin más que aguantar, me subí la falda de mi atuendo de colegiala sexy y me le monté encima para restregar mi vagina contra la suya y hacer el amor con ella por primera vez. Mi amiga bajo a nuestras piernas y nos dio sexo oral mientras nos decía cosas sucias. Aquella mujer estaba volando de placer, lo veía en su cara, en sus ojos cuando los ponía en blanco y sus manos cuando las apretaba fuerte contra las sabanas.

Un beso de 3

Cuando estaba a punto de venirse, nos dijo que la besáramos mientras le chupaba el pene a su esposo. El hombre rápidamente se paró de donde estaba y puso a su esposa a mamárselo mientras nos veía besar la vagina mojada de su esposa. Se vino en los senos de su mujer, mientras que ella retorcía su cuerpo en un largo e intenso orgasmo. Terminamos de besarla, nos acomodamos nuestros atuendos de colegialas sexys y salimos del lugar dándonos un beso de despedida entre las 3.