Estás a un episodio de lograr un gran orgasmo
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Preparando una buena comida
Recuerdo que los domingos solía hacer uno de los platos favoritos de Ángel para el almuerzo, siempre se lo preparaba con el mayor amor del mundo y en especial porque siempre tenía una recompensa.
Uno de esos días, justo cuando estaba terminando de agregar los últimos ingredientes del platillo, sentí sus brazos ordenando mi cintura:
- UMMMM huele delicioso
- ¿Adivina qué es?
- ¿Acaso eres tú?
Me encantaba que hiciera ese tipo de cosas, me hacía sentir sexy y deseada cada que coqueteábamos así. Empezó a darme besos por el cuello y a morderme la oreja derecha; me daba tantas cosquillas que se erizaba cada bello en mi cuerpo.
- Me voy a quemar, déjame
Le dije entre pequeñas risas, pero él seguía dándome besos y bajando sus manos hacia mis nalgas, tenía un vestido corto suelto, así que era muy fácil para él empezar a tocarme.
A medida que iba rodeando con sus manos mis glúteos iba sintiendo un cosquilleo en mi entrepierna, pero me resistía porque sé que a él le encantaba.
- ¿Qué estás haciendo?
- Nada, acariciando la comida.
Yo solo me reía mientras miraba que la comida no se fuera a quemar. De un momento a otro fue bajándome las tangas y junto a ellas también fue bajando él hasta quedar con su cara en medio de mis nalgas, enseguida empecé a sentir ese hormigueo en todo mi cuerpo de la excitación, así que simplemente no reproche y abrí un poco más mis piernas de lo que estaban para que pudiera estar cómodo para mi recompensa del día.
Fue pasando su lengua lentamente por mi vagina y mi ano, mientras frotaba mi clítoris con sus dedos, no podía creer que estábamos a media cocina teniendo sexo.
- Sube de allí, no quiero que nos quememos.
Me hizo un sencillo gesto de silencio y siguió cogiendo mis nalgas y metiendo su cara en ellas, así que me di por vencida y abrí mucho más las piernas y me apoye a un lado del mesón en forma de L se sentía tan delicioso que me hiciera sexo oral, el sí que sabía utilizar su lengua perfectamente, separar mis labios vaginales y saborear mi clítoris.
De un momento a otro se levantó del suelo, bajo sus pantalones y comenzó a penetrarme.
- ¡DIOS! Hoy sí que tenía ganas, no paraba de darme muy, pero muy duro y sentir la fricción de su pene dentro de mí, me excitaba de maneras inigualables.
Paró un momento, me volteo y rápidamente me cargo para subirme en el mesón en el que estaba apoyada; enseguida lo rodee con mis piernas y empecé a besarlo mientras él frotaba su pene muy erecto sobre mi vagina, nos encantaba ver esos besos entre mis labios vaginales y su glande, eran perfectos.
Me excitaba verlo tan duro y él sobre todo lo sabía, así que siguió dándome muy duro.
Habíamos terminado y estábamos exhaustos, pero felices, así que acomodé mi vestido y él me ayudó a colocar mis pantis junto a un buen beso tierno y cariñoso.
- Ahora sí a comer.
Solo pudimos reír y servir nuestro almuerzo para ahora sí terminar de comer.