Comencé a masturbarme en la adolescencia, cuando tenía 14 años. Un día, me quedé despierto hasta tarde viendo televisión cuando vi una escena triple XXX. No era porno como tal, pero si escenas eróticas. Al principio me asusté, pero luego disfruté y sentí como mi pene se iba poniendo erecto y se mojaba. No sabía qué hacer, me sentía raro, pero me gustó, así que comencé a masturbarme con una muñeca de mi hermana menor. Me estaba haciendo la paja rusa sin darme cuenta.
Me estaba haciendo la paja mirando a una pareja desnuda besarse y tocarse mutuamente. Veía los hermosos senos de esa mujer y su culo redondo y suave. Mientras más lo hacía, más me gustaba hasta que en un momento sentí que iba a explotar, se me fue el aliento, mi corazón palpitaba demasiado rápido, estaba sudando mucho, pero satisfecho y cansado.
En ese momento no sabía que había tenido un orgasmo, pero me gustó tanto que me volví adicto a masturbarme todos los días. Como estaba muy joven, no sabía que tocarse a sí mismo para darse placer era hacerse la paja, solo sabía que en las películas triple XXX la mujer gemía mucho y el hombre la penetraba hasta eyacular encima de ella, por lo que lo asocié con los orgasmos que yo tenía. Siempre veía ese canal en las noches, cuando estaba solo y mis papás se habían dormido.
Así me hice la paja rusa perfecta
Cuando tenía más o menos 16, me compre una muñeca masturbadora realista, de esas que tienen senos y una cuquita toda rosadita y apretada. Con ella comencé a hacerme la paja rusa. Metía mi pene entre sus senos y me imaginaba que era una actriz porno con tetas grandes y duras. Me venía en esos pezones rosaditos y luego los chupaba, era delicioso, mucho más rico que masturbarse simplemente con la mano.
Me hacía la paja rusa con todo lo que encontrara, un condón, crema de manos, contra la cama y hasta con un lubricante que le descubrí a mi hermano.
Poco tiempo después, busqué en internet y me di cuenta de que masturbarse de esa manera tenía un nombre propio, paja rusa. Supe entonces que era algo un poco menos común de lo normal, pero no me importó.
Sin embargo, a los 18 años, ya no era suficiente ver ese canal donde siempre a la media noche pasaban esas escenas y hacerlo con la muñeca de goma, sino que necesitaba ver algo más explícito, por lo que navegando en internet busqué: “pareja haciendo el amor”. Fue una búsqueda “inocente” para los resultados que me dio Google. Entré en la primera página porno y vi cientos de vídeos relacionados con mi búsqueda.
La mejor adicción
De inmediato comencé a sentirme arrecho, con las bolas doliéndome por las ganas de ver esos vídeos y hacerme una paja rusa con mi muñeca mientras veía como dos mujeres con las vaginas bien mojadas, le chupaban el chimbo a un man y se besaban entre ellas. Me masturbé con tantas ganas que me vine muy rápido, el porno siempre será un buen acompañante para la imaginación y por supuesto para calentarse.
Unos meses después, conseguí novia. Yo seguía usando en mi muñeca masturbadora regularmente, pero luego de tener sexo con mi novia, las ganas se intensificaron, quería más. Así que le pedí que me hiciera la paja rusa y me lo chupara en todo momento. En la universidad, en la calle, en el carro, en su casa. Cualquier lugar me parecía bueno para que me diera sexo oral, pero yo insistía en que hiciéramos la paja rusa con esos deliciosos senos suavecitos y esos pezones cafés que me ponían a volar mientras pensaba en actrices porno para tener un orgasmo que me dejara tirado en la cama.
Mi compañera fiel
Hoy tengo 36 años y puedo decir que aún uso mi muñeca masturbadora para hacerme la paja rusa porque es algo que disfruto igual que el sexo.
Los hombres estamos calientes todo el tiempo pensando siempre en encontrar algún roto donde meterlo, en masturbarnos viendo porno en nuestro celular, imaginando a esa actriz con sus tetas restregadas en nuestras caras y por supuesto en nuestro chimbo, dejando las sabanas manchadas en un orgasmo que nos baña en sudor.