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Una de mis mayores fantasías siempre ha sido hacer el amor en la playa con mi esposo, me gustaría hacerlo ahí para sentir la adrenalina y pensar que “estamos haciendo locuras”. Él también lo pensaba, pero no le daba mucha importancia porque le gustaba hacerlo más a la antigua, en la cama y ya.
Un día, tuvimos la idea de pegarnos una escapada de 4 días a la playa para salir un poco de la rutina. Planeamos todo y salimos el siguiente fin de semana. Cuando llegamos a la playa, buscamos un bar cerca para tomarnos algunas copas y relajarnos. Al sentirme algo mareada, le dije a mi esposo que cumpliera mi fantasía, la de hacer el amor en la playa.
Terminamos nuestros tragos y caminamos hasta llegar a un lugar solitario y oscuro. Ambos teníamos nervios porque estaba de noche, y aunque estaba solo, podrían vernos, pero yo quería tener sexo en un lugar donde pudiera cumplir una fantasía que quizás es cliché para muchos. Y sin embargo, es innegable el romanticismo de solo pensar en hacer el amor en la playa puede causar en mí y en muchas parejas, creo que tiene que ver más que todo con el tema de sentir esa adrenalina de ser descubiertos.
El escondite
Nos hicimos detrás de una palmera fingiendo que solo íbamos a sentarnos y charlar un poco. Yo llevaba puesta una falta de prenses que fácilmente podía levantarse y él llevaba puesto una pantaloneta. Comenzamos a besarnos y a acariciarnos muy tiernamente por si alguien nos veía, pero por dentro ambos sabíamos que íbamos a llegar mucho más lejos. Cuando ya llevábamos varios minutos de besos, puse mi mano en su pantalón y sentí que estaba muy caliente y duro, eso me excitó tanto que cogí su mano y la metí entre mis piernas para que sintiera mi vagina húmeda e hinchada.
Comenzó a meter sus dedos mientras me decía que me quería clavar su verga en todos los orificios de mi cuerpo. Me reí un poco, pero para no perder la calentura, le dije que continuara diciéndome cosas sucias mientras yo lo masturbaba con mi mano y pensaba que al fin estaba llevando a cabo mi sueño de hacer el amor en la playa.
Cabalgando en la playa
Así estuvimos como 5 minutos, ya no aguantaba más, quería estallar de placer, pero con su pene en mi vagina, quería que me follara bien duro, la situación me tenía muy mojada. Ya no pensaba en la pena que me daría si alguien nos viera, sino en cabalgar a mi esposo hasta que me echara toda su leche adentro.
Me monté encima de él y en menos de 2 segundos clavo su verga hasta el fondo de mi vagina y tapo mi boca con su mano para que no gritara. Cuando ya entró todo, soltó mi boca y comenzó a hacerlo suave para no excitarnos mucho y no venirnos rápido. Hubo un momento en que pensé que hacer el amor en la playa no era tan rico como pensaba porque sentí como la arena comenzó a darnos picazón y rayar nuestra piel al ritmo de cada movimiento. Hicimos el amor lentamente, pero sin intentar alargar la faena, pues estábamos haciendo ruidos sospechosos que nos excitaban más y más, y mi esposo estaba a punto de eyacular.
Hacer el amor en la playa ya era una fantasía cumplida
Mi esposo me dijo que ya iba a venirse, pero quería que yo me viniera primero, así que comencé a masturbarme mientras él metía y sacaba su verga muy rápido. Luego de eso tuve un orgasmo delicioso, largo e intenso. Mientras apretaba su pene con mi vagina y me venía lentamente, escuche como sus gemidos iban cambiando y se iban haciendo más fuertes. En eso, sentí como su leche corría por mi vagina y mientras él lo sacaba, su semen rebozaba por fuera de mí y empezaba a chorrear sobre su pelvis.
Quedé muy satisfecha, pero con ganas de más. No pensé que hacer el amor en la playa me dejaría tan feliz. Subió su pantaloneta, medio se limpió con el bóxer y me besó diciéndome que amaba que fuera tan caliente y extrovertida. Lo besé, me limpié el semen regado con la falda, me subí las tangas y salimos como si nada.
Debo decir que hacer el amor en la playa fue una experiencia única, la repetiría cientos de veces y en playas diferentes cada vez. Es algo que, de solo pensarlo, me anima y me poner a volar la imaginación. Y aunque he pensado en varias ocasiones en hacer el amor en la playa, siempre van a existir momentos que no ameritan pensarlo, sino simplemente dejarse llevar por la calentura del momento. Eso es lo que puntualmente hace excitante el momento: dejarse llevar y que la adrenalina y el deseo nos invadan por completo.