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Llevo casada 15 años y solo hasta ahora, me había picado la curiosidad de probar tener sexo con mi esposo y un juguete sexual. No había sentido la necesidad de ensayar un vibrador hasta que una vieja amiga me dijo que era espectacular. Cuando lo compré, me decidí por el más sencillo. Era uno de silicona, color piel, casi blanco, de unos 15 cm.
Mi primer vibrador
Llegué a mi casa para probar el tan nombrado vibrador, así que comencé a excitarme un poco viendo porno e imaginándome que la actriz del video era yo. Estaba con un hombre grande, musculoso, trigueño y ojos negros. Mientras me lo imaginaba besándome, pasaba por mi vagina el vibrador que había comprado, me rozaba entre mis piernas y mi clítoris para sentir ese pene de goma y mojarme más pensando que ese trigueño del video estaba por penetrarme y hacerme suya.
Luego, comencé a masturbarme con los dedos mientras besaba el vibrador, me metí uno, me gustaba mucho, pero quería más, luego me metí dos. Eso hizo que quisiera más, pero ahora con algo más grande, así que con una mano comencé a meterme suavemente el vibrador, mientras con la otra, me acariciaba el clítoris. Estuve haciéndome el amor por varios minutos sola hasta que mi esposo llegó y me encontró tocándome hasta el punto de querer explotar de placer.
Tenemos compañía
Se quitó la ropa tan rápido como pudo, comenzó a besarme los senos mientras se tocaba. Luego, me masturbaba con el vibrador muy rápido y al mismo tiempo me daba sexo oral y yo gemía mucho de placer. No había sentido nunca esa sensación de tener un pene adentro y sentir una lengua besándome delicioso. Después de unos minutos en esas, mi esposo me penetró tan rico que hicimos el amor por 1 hora seguida. Claro, usábamos mucho el vibrador para cambiar de ambientes y de poses. Hicimos posiciones que no habíamos intentado antes y fue espectacular.
Después de dos meses de usar el vibrador, el sexo con mi esposo se fortaleció y ahora lo disfrutábamos más. Ambos estábamos fascinados con el juguete sexual. Sin embargo, necesitaba una dosis mayor de placer, así que le dije a mi esposo que hiciéramos el amor con el vibrador, pero esta vez, con doble penetración. Al principio no entendió muy bien, pensó que quería tener sexo con otro hombre, pero luego su imaginación voló y supo de qué hablaba. Fuimos juntos a una tienda erótica y compramos varias cositas que me ayudaron a disfrutar plenamente del sexo anal.
El vibrador en nuestra fecha especial
Llegó nuestro aniversario y quería que fuera muy especial. Durante varios días antes, estuve usando los productos que compramos para darle mi virginidad anal a mi esposo en nuestro día especial. Fuimos a un hotel fuera de la ciudad para tener una noche llena de placer.
Cuando estábamos algo ebrios por el vino, le dije que quería hacer el amor toda la noche con él y con nuestro amiguito especial. Sacó el vibrador y comenzamos a tener sexo desenfrenado como dos adolescentes. Cuando ya llevábamos un buen rato en nuestra faena, le dije que sacara el juguete y me lo hiciera por atrás. Al inicio me molestó un poco porque el pene de mi esposo era más grande que los juguetes que probamos, pero luego el placer era indescriptible.
Teniendo el vibrador en mi vagina mojada y mi esposo penetrando mis nalgas, me sentía como toda una actriz porno. Sentía doble placer, doble penetración, muchas ganas de tener un orgasmo y cuando sentí que todo no podía estar mejor, me vine a chorros. Mi vagina sacó un liquidó blanco muy fuerte, sentía que me estaba orinando, pero el orgasmo era demasiado intenso. Grité muy fuerte y cuando acabé, mis piernas estaban temblando y mi esposo tenía su leche regada por toda mi vagina. Al verme, tenía una mezcla de fluidos que chorreaban por mis piernas y me ponían muy eufórica. Descansamos un poco y nos quedamos dormidos hasta el otro día.
Puedo decir que después de ese día, siempre intento probar cosas nuevas, juguetes raros y complacer fetiches poco usuales y ahora, el vibrador se convirtió en nuestro mejor amigo. Lo uso en mi soledad o como ha pasado últimamente, para hacer el trío perfecto.