SEXO EN EL GIMNASIO

Tuve sexo en el gimnasio

Por Valentina Vargas

Siempre me había imaginado teniendo sexo en el gimnasio con uno de los instructores de ciclismo. Su nombre era Daniel, era un man de 1.85m de alto, tenía ojos color miel, cabello corto, crespo y unas piernas que deseaba tocar todos los días.

Yo me iba con una ombliguera y unos leggins que no dejaban mucho a la imaginación. Quería llamar su atención para que me ayudara con algunos consejos y poder hablarle. Pero él era muy profesional y sus respuestas eran muy limitadas y cortantes.

Creo que muchas viejas botaban la baba por Daniel. Era un tipo muy reservado y casi nunca hablaba con nadie si no era muy necesario. Eso era lo que más me gustaba de él: que se hacía desear. Igual yo me seguía imaginando que follando con ese hombre que me hacía soñar noche tras noche.

Un día tuve la valentía de hablarle de otra cosa que no fuera ejercicio. Le pregunté por un tatuaje que tenia en el brazo. Me comentó que era por su madre. Después de romper el hielo, charlábamos de vez cuando y coqueteábamos cuando pasaba cerca de mí. Estuvimos así por 2 meses, pero él no daba el siguiente paso. Yo quería que al menos me invitara a salir o se me acercara para tener una conversación de verdad, pero nada pasaba.

Fue tanta la frustración que me dio, que tuve que pedirle su numero para que me pasara el “teléfono del tatuador” porque estaba interesada en hacerme uno (si claro). Yo solo buscaba la excusa perfecta para enviarle mensajitos calientes y poder cumplir mi fantasía de tener sexo en el gimnasio.

Un día, me mandó un mensaje mientras estábamos en el gimnasio. Me dijo que si quería me llevaba a mi casa para no pagar taxi por el aguacero que estaba cayendo. Cuando salió, le dije que me esperara unos minutos mientras entraba al baño. Me arreglé un poquito, me saqué los senos para que se vieran más grandes y salí a verme con Daniel.

De ida hacia mi casa, me preguntaba sobre mi trabajo. Le respondía muy tiernamente para ver si así, lograba que me dijera algo que me sacara de mi zona de confort. Cuando me preguntó si tenia novio, le dije que no, que mi trabajo en este momento no me permitía tener una relación porque mi tiempo era limitado. Me hizo una sonrisa pícara y luego me preguntó entonces por qué había aceptado que él me llevara si no tenia intenciones de salir con nadie.

Le dije que tener un amiguito con algunos derechos no le haría daño a nadie, además él también tenía sus negras intenciones. Llegamos a mi casa y al bajarme del carro, me despedí de beso en la mejilla, pero luego me agarró del brazo y besó de una manera, que mi vagina quedó mojada y mis pezones totalmente parados.

Subí a mi apartamento y no pude contener las ganas de tocarme y venirme pensando en él. Me di un baño caliente y mientras sobaba mi vagina, pensaba en Daniel, en tener sexo en el gimnasio mientras todos los demás seguían haciendo ejercicio.

Al otro día llegué y él no estaba. Tenia la esperanza de verlo ese día y decirle por chat que nos viéramos en el baño. Pero no llegó. Llegué a pensar que mi fantasía de disfrutar un delicioso rato de sexo en el gimnasio no iba a pasar nunca.

Pero después de un rato lo vi llegar. Estaba diferente, se había rapado y ahora sus crespos no se veían, pero así se veía mucho mas papasito. Dio su clase de ciclismo y cuando acabó, se me acercó para saludarme. Le dije tenía ganas de hacer algo loco, así que dejé de hacer lo que estaba haciendo y le hice ojitos para que me siguiera hacia el baño. Lo esperé por 3 minutos hasta que al fin llegó.

Cuando entró, me preguntó si no había nadie, le dije que no y luego me mandó la mano a la vagina mientras me besaba. Nos encerramos en un cubículo y me bajó los leggins para besarme y chuparme hasta el alma. Estaba tan arrecha que me quité la blusa y me arrodillé para chuparle el pene mientras él tocaba mis senos y yo le hacia una rusa que lo dejara con ganas de más.

Me agarraba del pelo y me decía que nunca había hecho eso, que tener sexo en el gimnasio era una locura, pero que la estaba pasando delicioso. Yo solo pensaba en que esa fantasía era espectacular. Al fin estaba teniendo sexo en el gimnasio con Daniel y estaba siendo mejor de lo que pensaba.

Cuando terminé de hacerle la rusa, me paré y le di la espalda para que me bajara los leggins y me penetrara a todo lo que daba. Su pene se perdió entre mis nalgas y lo sentía apretado en mi vagina. Estaba muy mojada, sentía que en cualquier momento iba a comenzar a gemir y las chicas que entraran al baño nos podían escuchar. Pero no aguanté. Comencé a gemir suave y él respiraba duro. Luego de un rato, estaba gimiendo tan fuerte, que a él le tocó poner su mano en mi boca para callarme y que no nos fueran a pillar.

Luego, me volteó y me cargó para hacérmelo de frente mientras mis senos restregaban su cara. Estábamos teniendo sexo en el gimnasio de una manera tan loca que, en solo 10 minutos de habernos encerrado, me vine. Mientras él me penetraba de esa manera, besaba mis senos y me decía que estaba por venirse, que la adrenalina que estaba sintiendo lo hacía excitarse tanto que no aguantaba más.

Me bajé de sus brazos, me arrodillé y le dije que se viniera en mis senos. Comenzó a masturbarse y luego se vino. Su semen salió disparado sobre mi pecho y lo dejo blanco. Probé un poco con el dedo y estaba caliente, delicioso.

Terminamos de limpiarnos y salí yo primero para darle la señal de la salida segura. Definitivamente, la idea de tener sexo en el gimnasio fue perfecta.

Luego de ese día no hablamos más. Cada uno siguió por su lado y las miradas y el coqueteo terminó. Tengo que confesar que me hizo falta otra “escapada” al baño, pero al menos ya había tachado esa fantasía de mi lista de deseos.

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