🔊Juego lésbico – Parte 3

Estás a un episodio de lograr un gran orgasmo

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Parte 3, sexo lésbico

Llegué a la oficina a trabajar y para mi sorpresa me estaba esperando la misma mujer que había visto la noche anterior al salir a mi encuentro con Juan Esteban, ¿qué era lo peor que podía pasar, ¿qué me hubiera visto? Y ¿qué iba a hacer si fuera así?

La hice pasar y se presentó: su nombre era Gabriela, y era la nueva practicante de la oficina, cursaba ultimo semestre de administración de empresas, una chica muy alta, de largas piernas, cabello negro, largo y rizado, tenía unas cejas muy pobladas y oscuras, ojos grandes, delgada, tenía puesta una falda rosada , converse negros, una básica blanca y chaqueta de jean de flores, me gustó su ropa y era muy mi estilo yo también tenía puesta una falda; había tenido tanto trabajo por esos días que olvidé que esa semana ella iba a llegar, me dijo que el día anterior había tenido su día de inducción y se había quedado porque vio en mi agenda la reunión de la noche y le pareció buena idea apoyarme, pero que se había dado cuenta que yo podía sola con la reunión y no me quiso interrumpir y quiso quedarse a observar, me lo dijo sonriendo y mirándome a los ojos ¿esto era un momento de “tensión sexual” en el trabajo?… pensé, le dije que continuara con su inducción y nos veíamos al final de la jornada.

Salimos juntas y fuimos a tomarnos un café, así nos conocíamos un poco más y en mi mente por supuesto estaba preguntarle por lo que había visto, ella empezó contándome que era nueva en la ciudad y que estaba muy ansiosa por la práctica, que tenía muchas expectativas y ganas de aprender todo lo que yo le pudiera enseñar.

¿Me está coqueteando? ¿Será que es lesbiana? ¿Será que es bisexual? ¿o quiere probar algo conmigo? No estaba nada mal Gabriela, era una chica muy sexy y también era mi momento de lanzar las cartas: Puedo ayudarte en todo lo que necesites aprender, solo házmelo saber y será un placer.

  • El placer será mío, lo dijo sin dejarme de mirar a los ojos.

¿Qué exactamente quisieras aprender?

  • Todo lo que quieres enseñarme, podemos aprender cosas nuevas juntas, y yo también puedo enseñarte muchas cosas.

Era coqueteo, estaba segura.

Llamé al mesero y le pedí dos cocteles, empezamos con una charla más amena, a contar un poco de nuestras vidas, cocteles iban y venían así que decidimos cambiar de lugar, le sugerí que fuéramos a un bar de chicas donde sabía que nos podíamos relajar. El lugar era oscuro y discreto, lleno de luces de neón, paredes con muchos espejos, largos pasillos y era de 3 pisos, lleno de mujeres despampanantes con disfraces de plumas, brillantes y muy coloridos, uno de los mejores sitios de la ciudad donde solo van personas a pasarla bien y no hay límites, en la entrada nos recibieron con otro coctel y mientras llegábamos a nuestra mesa vimos todo tipo de personas: mujeres bailando con los pechos destapados sobre las mesas, (todas las mesas tenían un tubo para bailar) parejas muy escasas de ropa besándose y masturbándose en los pasillos, en la pista todo era obsceno y divertido, besos de 3, sexo oral, todos bailaban mientras sus cuerpos se rosaban unos con otros, en las mesas no había control, todos estaban recibiendo placer y eso era lo que importaba. Ver a toda esa gente tan caliente hizo que me excitara y ella también lo estaba, lo podía ver en su mirada.

Nos sentamos en una mesa que tenía un gran sofá  rojo a disfrutar de la vista y de nuestros cocteles, cruzábamos miradas y sonrisas, de repente llegaron dos mujeres semidesnudas a bailarnos, empezamos a tocarlas y ellas a besarnos, nos fueron quitando un poco de ropa hasta quedar Gabriela sin blusa y yo con la mía desabrochada, las bailarinas también se quitaron sus prendas y quedaron completamente desnudas dando vueltas en los tubos, empezamos a tocarlas, a la que estaba conmigo le besé sus senos, toqué su entrepierna y pude sentir que estaba muy mojada, ¿de verdad estas mujeres disfrutaban estar con nosotros ahí? nos trajeron otros dos cocteles, Gabriela tomó del suyo y me besó para pasarme el trago por la boca, tomé mi copa y se lo eché sobre su pecho y empecé a lamerla y a tocarla, las otras dos chicas empezaron a rosar sus vaginas y a masturbarse en frente nuestro, nosotras empezamos a hacer lo mismo, Gabriela se quitó sus tangas y me quitó las mías y se puso sobre mi y empezó a moverse y a jadear, nunca había hecho eso y se sintió muy bien, sentí su vagina rosando con la mía, estaba muy mojada y el rose me puso a mil, lo hacíamos lento y después rápido, las bailarinas del bar empezaron a hacerse sexo oral, mientras, ella me desabrochó el brasier y me lo quitó, todas las personas que estaban ahí podían vernos y nosotros los veíamos a ellas, eso me ayudó mucho para desinhibirme. Metió sus manos dentro mi falda y se acostó en el sofá y yo me hice encima de su cara y empezó a chuparme, ningún hombre me había dado un sexo oral tan delicioso como el que me estaba haciendo Gabriela, su manera de mover la lengua en mi vagina era sencillamente perfecta, con sus manos apretaba mis nalgas y mientras ella me lamía yo veía como los demás también tenían sexo y me alentaba a perder el control, bajé la mirada para verla a ella, cerraba sus ojos mientras se comía mi coño, lo hacía con muchas ganas, lo podía sentir, abrió los ojos y nos miramos fijamente y yo empecé a mover mis caderas y ella a apretar mis tetas con sus manos, estaba sintiendo venir mi orgasmo pero de repente ella paró, me besó, se paró y nos pusimos a bailar, nuestros cuerpos se rosaban al ritmo de la música, me arrodillé y empecé a lamerla, era mi primera vez, no sé si lo hice bien o mal, solo seguí mi instinto.

Nos fuimos para nuestra mesa, nos vestimos, recogimos nuestras cosas y salimos de ahí, la dejé en su casa y yo me fui para la mía pensando en que mi practicante era muy divertida y era a primera de muchas noches de chicas.

🔊Sexo a la distancia

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Orgasmo con juguete sexual a la distancia

Estaba teniendo días difíciles en el trabajo, me habían ascendido, ahora era la líder de un equipo y tenía muchas responsabilidades, lo único que me entretenía era llegar en la noche, darme una ducha, tomarme una copa de vino mientras coqueteaba en Tinder, era casi una adicción sextear con extraños y me emocionaba mucho planear citas para conocerlos, había conocido a 6 el último mes de los cuales 3 me fascinaron y hubo química en las citas y repetimos, eran interesantes y muy buenos amantes… charlaba con ellos a diario, intercambiaba fotos de todo lo que hacíamos: cuando salía de la ducha, antes de dormir. Manuel en particular estaba obsesionado con mis tetas… y había que mantenerlos contentos. No podría decir cuál de los tres me gustaba más, solo sabía que no me podía encarretar con ninguno, eran pasajeros. El fin de semana fue bastante movido, tuve sexo cada día con uno diferente, viernes de copas y sexo en el baño de un bar, sábado de ir a tardear y sexo en el carro camino a casa y domingo de un rapidín en las escaleras de mi casa ¿Qué más podía pedir?

El lunes debía trabajar hasta tarde porque tenía una reunión a las 9:30 pm, era una reunión con unos inversionistas que estaban al otro lado del mundo y era la hora que todos nos podíamos reunir, estaba en mi oficina organizando todo para la reunión y tocan a la puerta para entregarme algo que me había llegado: una cajita de regalo que solo decía mi nombre, la abrí pensando que eran chocolates o algo parecido y ¡oh sorpresa! Era un vibrador, un lindo juguetico ¿quién me envía un vibrador a la oficina? y ¿a esta hora? Lo saqué de la caja, era pequeño, rojito y se sentía super suavecito, tenía forma como de ballena con colita y todo, traía una nota con instrucciones muy precisas: ¡úsame AHORA! ¿Qué? ¿o sea aquí en la oficina? tenía reunión con un cliente muy importante… pero era una reunión virtual y nunca había probado un vibrador de esos y ponérmelo en el trabajo de repente me pareció una idea muy excitante. Debía descargar una app, prender el juguete y conectarlos. ¿O sea el juguete era manejado a distancia? ¿Quién lo iba a manejar? Esto se ponía interesante.

El problema fue que no tenía remitente, era obvio que era de alguno de mis 3 hombres ¿pero de cuál? ¿cómo les preguntaba para no quedar mal? ¿sería Manuel? ¿Juan Esteban? ¿Santi? Los tres sabían dónde trabajaba porque me habían recogido y me habían llevado hasta allá y los tres sabían que hoy me quedaba hasta tarde… con ninguno recordaba haber hablado de juguetes o cosas así, no me quedó más que esperar a que alguno diera señales de vida, pero nada, ninguno escribió… descargué la app y entré al baño a ponérmelo, ese día iba de falda (y a los tres les había mandado foto) o sea que los tres sabían que podía ponérmelo fácilmente… mmm, me deshice de mi tanga roja de encaje para estar más cómoda, lavé mis manos, destapé un sobrecito de lubricante que venía con el juguete lo empapé y abrí mis piernas… lo deslicé por toda mi vagina antes de metérmelo, se sentía muy rico al tacto, me masturbé un rato con él, para estimular mi vagina y luego metérmelo… ¡Ah! Estaba frío, pero se sintió muy rico. De mi vagina salía “la colita de la ballena”, supuse que debía quedar así y que para quitármelo debía halar y listo. Salí del baño y me ubiqué en la salita que teníamos para las videoconferencias, ya a esa hora en la oficina no había casi nadie, pero como compartíamos el espacio con más personas y estaba abierto las 24 horas, ocasionalmente alguien podría estar como yo en ese momento. Se llegaron las 9:30 pm, la reunión no empezaba, ninguno me escribía y yo empecé a tocarme lentamente para pasar el tiempo, porque esperar me ponía ansiosa.

Estaba feliz, disfrutando de mis dedos y ese vibrador se prendió y se activó, la colita que quedaba por fuera se encendió y quedó toda iluminada, vibró fuertísimo adentro una sola vez, me asusté porque era la primera vez que sentía algo así y como yo no lo estaba controlando sentía miedo, estaba ansiosa, pero me gustaba. En ese justo momento sonó en mi computador la videollamada para la reunión, respiré y contesté, éramos 5 personas en la videoconferencia, saludamos y otra vez se activó el juguete, daba vibraciones leves como cada 5 segundos, yo solo miraba mi cara en la cámara que no se fueran a dar cuenta, era la primera en intervenir, hice la presentación mientras sentía que me estaban taladrando la vagina de una manera deliciosa y mientras me temblaban las piernas, necesitaba que parara, ¿Pero a quién le escribía? Las vibraciones de cada 5 segundos se convirtieron en una constante, apretaba mis nalgas y cogí la silla fuertemente a cada lado con mis manos, en la cámara solo sonreía y por dentro estaba que explotaba. ¿Quién me está haciendo esto? ¿en qué momento decidí ponérmelo? ¿Cómo le digo que pare?

Terminé como pude mi intervención y enseguida apagué la cámara y silencié el micrófono, ya no podía más, necesitaba sacarlo… aaaa (gemido) voltee a mirar mi entrepierna y estaba muy mojada, me acomodé en la silla y monté las piernas sobre el escritorio una a cada lado, la colita que quedaba por fuera también vibraba y por su forma curva rosaba con mi clítoris, era una sensación como cuando te dan sexo oral y te están metiendo los dedos, en ese momento pasó por mi mente cómo eran mis encuentros sexuales con ellos, tan apasionados e intensos, me estaba comiendo lo que yo quería a la hora que quería, sin preguntas, sin compromisos, la vibración volvió a cambiar y se puso más intensa, mi celular empezó a vibrar también, era un msj desde la app que había descargado, la abrí y pude ver en tiempo real como la manejaba.

Por favor para, le escribí.

  • ¿No te gusta? Respondió.

Si, pero estoy en una reunión, así no puedo seguir.

  • Mucho mejor así, me dijo

Mientras tanto seguía en la reunión, ponía atención mientras podía, igual estaba quedando grabada pensé y mi intervención ya había acabado, así que, ¿qué podía salir mal?

  • ¿Te quitaste toda la ropa?

No, solo mis tangas, no puedo alguien podría entrar.

  • Quítatela toda, me dijo
  • ¡YA!

No podía estar sin ropa, así que me desabroché la blusa y saqué mis senos del bralette y empecé a acariciarlos.

  • Envíame una foto
  • Quiero que te vengas para mí, siguió escribiendo

Le envié la foto con algo de miedo sin saber quién era, y respondió:

  • Deliciosa, aquí una ayudita más.

De repente sentí que el vibrador se puso más intenso y sin pausa, presionaba más desde adentro y sentía muchas ganas de venirme, decidí ayudarme con mis dedos acariciando mi clítoris.

  • ¿Quieres que siga?

Si, no pares.

  • Suplícame

Por favor, no pares

En ese momento, me llaman en la reunión, no sé en qué momento escuché mi nombre y me asusté, Dios mío qué vergüenza, habilité el micrófono y con voz entrecortada dije: ¿Si?

¿Qué si estás de acuerdo con los términos? Dijo alguien, no podía ni ver quién era y yo en mi cabeza, ¿Cuáles términos? Por supuesto, contesté.

Dieron por finalizada la reunión, y yo estaba a punto de tener un gran orgasmo oficinero, ese vibrador adentro iba a mil igual que yo, puse la colita vibradora en mi clítoris y en cuestión de segundos… aaaa me vine.

  • ¿Lo lograste?

Si, qué rico, estuvo delicioso.

Te espero afuera para quitártelo yo mismo con los dientes,

Me empecé a vestir y me dispuse a salir a ver quién era el que me había mandado uno de los mejores regalos que me han hecho en la vida y cuando salí de la sala de reuniones estaba una mujer sentada en frente mío ¿me vio? Cruzamos miradas y yo solo pude bajar la cabeza y salir de ahí.  

Mamada en el cine

Mamada en el cine

Con mi novia habíamos planeado una mamada en el cine. Era una de esas cosas que toda pareja debe hacer algún día. Es como la fantasía sexual de hacer un trio, todos quieren hacerlo. Queríamos hacerlo en una función algo solitaria. Pero la vaina era que ambos trabajábamos todo el día y los fines de semana en la mañana yo hacia ejercicio y ella hacia un voluntariado en un geriátrico.

No encontrábamos nunca el espacio para hacerlo porque cuando íbamos a ver una película, la sala estaba casi llena y obvio ella se negaba a hacerlo.

Tuvimos la oportunidad en una película poco reconocida. Era un miércoles de mitad de precio y pensábamos que la sala igual tendría mucha gente, pero estaba algo vacía. Sin pensarlo dos veces, subimos hasta la penúltima fila y nos hicimos ahí, en un rincón alejado de las miradas.

Comenzamos a ver la película disimulando las ganas que teníamos por comernos y tocarnos. Ella tomó la iniciativa y comenzó a besarme y a manosearme por encima del pantalón. Yo le tocaba los senos y le paraba los pezones para apretárselos y lamerlos más adelante. Cuando ya llevábamos besándonos un buen rato, metió su mano en mi jean y estaba tieso y mojado. La mamada en el cine estaba por volverse realidad.

Mi novia bajó por completo el cierre, me bajó los boxers y bajó su cabeza para comenzarme a besar. Su lengua recorría mi pene erecto de arriba hacia abajo y haciendo círculos mientras sus manos acariciaban mis bolas. La mamada en el cine había comenzado.

Luego, me besaba la punta y la chupaba suave para desesperarme un poco. Mientras hacia eso, se puso un hielo en la lengua y me besaba teniéndolo en su boca. No había sentido esa sensación antes, de estar caliente y tener ganas de culiar, pero a la vez estar desesperado por el frio del hielo.

Cuando terminó de besarme suavecito y lento, se sacó y se tragó toda mi verga. Sentí su garganta en mi punta y su boca salivando hasta mojar mi pantalón. Estaba en el cielo, por fin estaba teniendo mi mamada en el cine justo como quería.

Mi novia estaba encarnizada chupando mi pene mientras yo acariciaba su cabeza y la ahogaba empujando su cabeza para que lo metiera todo. Como estábamos muy calientes, me dijo que me iba a comer ahí mismo sin importar que alguien nos viera.

Se subió la falta y se montó encima de mí, dándome la espalda para ver si alguien venía y poder salir rápidamente sin que se dieran cuenta. Su culo pegaba contra mi pelvis y sonaba fuerte. Pero el sonido de la película no nos delataba. Así que siguió comiéndome hasta que le dije que cambiáramos de pose y me mirara.

Se volteó y se sentó mirándome con esa carita de mala y esos ojitos que pedían duro. Me lo estaba haciendo mientras de fondo sonaba una canción infantil, fue muy gracioso, pero a la vez desafiante. No pensé que pasaríamos de una mamada en el cine, a ser los protagonistas de la película.

Mientras que nos comíamos delicioso en ese rincón de la sala, ella me decía que iba a venirse, pero necesitaba abrir las piernas. Así que montó una pierna en el espaldar de la silla de al lado y me lo hacía mientras se tocaba para venirse más rápido. Ver eso me excito tanto que le dije que tenía que venirse rápido porque yo también llegaría al orgasmo tarde que temprano.

Se tocó tan rico que su vagina se mojó y tuvo un orgasmo con mi pene adentro. Sentí su vagina apretando mi pene mientras se mojaba más y más. Cuando terminó de disfrutar ese delicioso orgasmo, le dije que me lo chupara para venirme en su boca.

Se acomodó la falda y se agachó para besarme de nuevo y recibir mi semen en su boca. Yo la agarré del pelo y le dije que la mamada en el cine terminaría de la mejor manera, con mi leche en su boca. Cuando terminé de decir eso, metió mi pene y lo sobó con sus mejillas, luego lo escupió y me masturbó con una mano. Después de eso, sentí como mi leche salía en la boca de mi novia y ella se contenía las arcadas para no vomitar y luego se lo tragaba.

Cuando por fin salió todo, terminó de saborearlo y se limpió con una servilleta. Yo me acomodé el jean y disfruté de ese momento unos minutos más hasta que le dije que esa mamada en el cine había sido espectacular. Ella me sonrió y me dijo que lo teníamos que repetir, que ese orgasmo que tuvo fue uno de los mejores por la adrenalina que sentía si alguien no pillaba.

Salí del cine totalmente satisfecho y con ganas de más. La complicidad entre los dos era absoluta y ambos estábamos felices de haber cumplido ese sueño. Espero que pronto se pueda repetir esa mamada en el cine, pero esta vez, sea yo quien de placer a esa mujer que me cumple todos mis caprichos.

Tuve sexo en el gimnasio

SEXO EN EL GIMNASIO

Siempre me había imaginado teniendo sexo en el gimnasio con uno de los instructores de ciclismo. Su nombre era Daniel, era un man de 1.85m de alto, tenía ojos color miel, cabello corto, crespo y unas piernas que deseaba tocar todos los días.

Yo me iba con una ombliguera y unos leggins que no dejaban mucho a la imaginación. Quería llamar su atención para que me ayudara con algunos consejos y poder hablarle. Pero él era muy profesional y sus respuestas eran muy limitadas y cortantes.

Creo que muchas viejas botaban la baba por Daniel. Era un tipo muy reservado y casi nunca hablaba con nadie si no era muy necesario. Eso era lo que más me gustaba de él: que se hacía desear. Igual yo me seguía imaginando que follando con ese hombre que me hacía soñar noche tras noche.

Un día tuve la valentía de hablarle de otra cosa que no fuera ejercicio. Le pregunté por un tatuaje que tenia en el brazo. Me comentó que era por su madre. Después de romper el hielo, charlábamos de vez cuando y coqueteábamos cuando pasaba cerca de mí. Estuvimos así por 2 meses, pero él no daba el siguiente paso. Yo quería que al menos me invitara a salir o se me acercara para tener una conversación de verdad, pero nada pasaba.

Fue tanta la frustración que me dio, que tuve que pedirle su numero para que me pasara el “teléfono del tatuador” porque estaba interesada en hacerme uno (si claro). Yo solo buscaba la excusa perfecta para enviarle mensajitos calientes y poder cumplir mi fantasía de tener sexo en el gimnasio.

Un día, me mandó un mensaje mientras estábamos en el gimnasio. Me dijo que si quería me llevaba a mi casa para no pagar taxi por el aguacero que estaba cayendo. Cuando salió, le dije que me esperara unos minutos mientras entraba al baño. Me arreglé un poquito, me saqué los senos para que se vieran más grandes y salí a verme con Daniel.

De ida hacia mi casa, me preguntaba sobre mi trabajo. Le respondía muy tiernamente para ver si así, lograba que me dijera algo que me sacara de mi zona de confort. Cuando me preguntó si tenia novio, le dije que no, que mi trabajo en este momento no me permitía tener una relación porque mi tiempo era limitado. Me hizo una sonrisa pícara y luego me preguntó entonces por qué había aceptado que él me llevara si no tenia intenciones de salir con nadie.

Le dije que tener un amiguito con algunos derechos no le haría daño a nadie, además él también tenía sus negras intenciones. Llegamos a mi casa y al bajarme del carro, me despedí de beso en la mejilla, pero luego me agarró del brazo y besó de una manera, que mi vagina quedó mojada y mis pezones totalmente parados.

Subí a mi apartamento y no pude contener las ganas de tocarme y venirme pensando en él. Me di un baño caliente y mientras sobaba mi vagina, pensaba en Daniel, en tener sexo en el gimnasio mientras todos los demás seguían haciendo ejercicio.

Al otro día llegué y él no estaba. Tenia la esperanza de verlo ese día y decirle por chat que nos viéramos en el baño. Pero no llegó. Llegué a pensar que mi fantasía de disfrutar un delicioso rato de sexo en el gimnasio no iba a pasar nunca.

Pero después de un rato lo vi llegar. Estaba diferente, se había rapado y ahora sus crespos no se veían, pero así se veía mucho mas papasito. Dio su clase de ciclismo y cuando acabó, se me acercó para saludarme. Le dije tenía ganas de hacer algo loco, así que dejé de hacer lo que estaba haciendo y le hice ojitos para que me siguiera hacia el baño. Lo esperé por 3 minutos hasta que al fin llegó.

Cuando entró, me preguntó si no había nadie, le dije que no y luego me mandó la mano a la vagina mientras me besaba. Nos encerramos en un cubículo y me bajó los leggins para besarme y chuparme hasta el alma. Estaba tan arrecha que me quité la blusa y me arrodillé para chuparle el pene mientras él tocaba mis senos y yo le hacia una rusa que lo dejara con ganas de más.

Me agarraba del pelo y me decía que nunca había hecho eso, que tener sexo en el gimnasio era una locura, pero que la estaba pasando delicioso. Yo solo pensaba en que esa fantasía era espectacular. Al fin estaba teniendo sexo en el gimnasio con Daniel y estaba siendo mejor de lo que pensaba.

Cuando terminé de hacerle la rusa, me paré y le di la espalda para que me bajara los leggins y me penetrara a todo lo que daba. Su pene se perdió entre mis nalgas y lo sentía apretado en mi vagina. Estaba muy mojada, sentía que en cualquier momento iba a comenzar a gemir y las chicas que entraran al baño nos podían escuchar. Pero no aguanté. Comencé a gemir suave y él respiraba duro. Luego de un rato, estaba gimiendo tan fuerte, que a él le tocó poner su mano en mi boca para callarme y que no nos fueran a pillar.

Luego, me volteó y me cargó para hacérmelo de frente mientras mis senos restregaban su cara. Estábamos teniendo sexo en el gimnasio de una manera tan loca que, en solo 10 minutos de habernos encerrado, me vine. Mientras él me penetraba de esa manera, besaba mis senos y me decía que estaba por venirse, que la adrenalina que estaba sintiendo lo hacía excitarse tanto que no aguantaba más.

Me bajé de sus brazos, me arrodillé y le dije que se viniera en mis senos. Comenzó a masturbarse y luego se vino. Su semen salió disparado sobre mi pecho y lo dejo blanco. Probé un poco con el dedo y estaba caliente, delicioso.

Terminamos de limpiarnos y salí yo primero para darle la señal de la salida segura. Definitivamente, la idea de tener sexo en el gimnasio fue perfecta.

Luego de ese día no hablamos más. Cada uno siguió por su lado y las miradas y el coqueteo terminó. Tengo que confesar que me hizo falta otra “escapada” al baño, pero al menos ya había tachado esa fantasía de mi lista de deseos.

Sexo en el ascensor

Sexo en el ascensor

Vivo en un edificio de una sola torre, la cual tiene dos ascensores, pero ninguno de ellos cuenta con cámaras para la seguridad. Por ello, tener sexo en el ascensor era prácticamente fácil en la noche.

Una noche salí con una mujer que conocí en un bar. Fuimos al grano y nos comimos en mi apartamento. Al salir para llevarla a su casa tuve la idea de tener sexo en el ascensor. Ya era tarde y esperaba que los vecinos estuvieran dormidos para que nadie pidiera el ascensor y nos pillara en pleno acto.

Le dije que me la iba a comer una vez más y tendríamos sexo en el ascensor. Como estaba borracha no opuso resistencia, así que lo pedí y fuimos hasta el último piso.

Levante su falda y saque mi pene para penetrarla mientras me daba la espalda. Se lo hice en esa pose hasta que alguien pidió el ascensor y bajamos hasta el primer piso. Nos quedamos ahí mientras que el inoportuno vecino se bajó en el tercer piso y volvimos a subir hasta el último. Pero esta vez, la puse de frente y se lo metí mientras subía una de sus piernas y se lo metía más cómodamente.

Sexo en el ascensor, quien lo pensaría. La fantasía de muchos, la estaba cumpliendo y sin planearla mucho.

Ojalá pudiera decir que fue perfecto, pero varias veces nos interrumpieron, y nos tocaba parar para que no sospecharan nada y luego cambiábamos de pose.

Cuando llevábamos aproximadamente 20 minutos de puro sexo en el ascensor, le dije a la vieja que no me importaba que nos vieran, que quería cargarla en mis brazos y venirnos juntos antes que alguien pidiera el ascensor.

Así que primero me dio sexo oral para hacer tiempo y que se hiciera más tarde. De esa forma, el ascensor estaría disponible solo para nosotros. Me dijo que le chupara la vagina y le metiera los dedos mientras le besaba los senos y la ponía más caliente.

Al notar que sus pezones estaban muy parados y sus gemidos se intensificaban más, la cargué y la penetré tan fuerte que su espalda chocó contra los botones del ascensor y paramos como en 5 pisos. Pero no queríamos dejar de tener sexo, así que tomamos el riesgo y continuamos, sin que nos importara que las puertas se abrieran y alguien nos viera.

La verdad fue muy caliente saber que podrían vernos mientras yo le clavaba mi verga a esa mujer que tenía sus senos al aire, completamente al descubierto.

Cuando llegamos a la mitad del edificio, le dije que nos viniéramos llegando al ultimo piso. Que ese sería el reto para tener sexo en el ascensor.

Puso sus ojos en blanco y mientras le metía mi chimbo en su vagina mojada, me gritaba que me viniera pronto porque estaba arrecha por mi leche. La tomé duro de las piernas y cuando me apretó el pene con su vagina, lo dejé salir. Nos vinimos juntos cuando llegamos al último piso.

Le dije que tener sexo en el ascensor era una idea que tenia en la cabeza desde hace mucho tiempo y que comérmela ahí fue delicioso. Que, si quería, nos podíamos seguir viendo para tener sexo en lugares públicos y hacerla venir de muchas maneras.

Se vistió, se arregló la blusa y la acompañé a tomar un taxi a su casa.

La calentura de ese día teniendo sexo en el ascensor fue una de las mas excitantes que he tenido. La adrenalina de pensar que alguien nos vería fue increíble. Definitivamente volvería a tener sexo con todas las poses en el ascensor de mi edificio.

Relatos eróticos: La colegiala virgen 🔊

Colegiala virgen

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Nunca fui de esas estudiantes que llamaban la atención, no era popular, pero si conocida en mi grupito de amigas como una de las pocas de mi clase que era virgen, la colegiala virgen.

Llegó el nuevo año escolar, nuevas caras, nuevos alumnos y por supuesto, nuevos profesores. En la presentación de los nuevos profes, hubo uno que me llamó la atención, el profesor Julián, de inglés. Todas estábamos botando la baba por ese man, pero él siempre se comportó como todo un caballero y yo como toda una colegiala virgen que fantaseaba en cada pasillo del colegio.

Tienes lindos ojos Tatiana

Un día, tuve que ir a la papelería por unos marcadores para un profesor. Se los pedí a la encargada y en eso llega Julián. Me saluda y me pregunta mi nombre, le digo que me llamo Tatiana y me dice que tengo lindos ojos. Sonreí y me fui.

Unos días después, me lo encontré de nuevo en el auditorio. Yo estaba sola buscando el saco que había dejado ahí, cuando sentí que alguien dijo ¿Tatiana? Voltee y era él. Me sentí muy nerviosa porque no quería que pasara nada entre los dos, me daba miedo que nos fueran a ver y me expulsaran, pero él estaba tranquilo. Se me acercó y me dijo que por qué estaba sola, le respondí con voz nerviosa y se rió. Cuando estaba por irme corriendo hacia la salida, me tomó del brazo y me besó la mejilla. Lo mire a los ojos y luego me besó la boca. Fue un beso corto, simple, sin lengua, pero igual fue un beso de una colegiala virgen arrecha por un profesor, algo demasiado cliché.

Luego de eso, me dijo que nos viéramos ahí mismo al día siguiente cuando las clases fueran a terminar. En mi cabeza rondaban mil cosas sobre él y era algo increíble que eso me estuviera pasando.

Al otro día, me arreglé un poquito más de lo normal y me puse perfume para oler delicioso. Llegue algo tímida, pero él comenzó a acariciarme el cabello, luego bajo por mi brazo y mi pecho hasta llegar a mis manos. Cuando estábamos ya muy cerca, me dijo que no había olvidado mis ojos verdes y que eso lo tenía desvelado.

Luego me sentó en sus piernas y nos besamos muy apasionadamente. Comencé a acalorarme cuando sentí que su bulto crecía y sus manos iban subiendo por mis piernas debajo de mi falda hasta correrme el cachetero y sentir mi vagina húmeda. Me asusté un poco y luego le confesé: “soy virgen”. Se asombró y luego me dijo: me encantaría hacer el amor con una colegiala virgen como tú. Me metió un dedo, lo olió y se lo chupó. En eso, sonó el timbre para salida. Me arregle el uniforme y salimos por diferentes puertas para que nadie sospechara, no sin antes decirme que nos viéramos ahí cada dos días.

Nos agregamos al WhatsApp y hablábamos a escondidas de todos mientras estábamos en descanso y en clase. Por ahí nos citábamos en nuestro lugar de siempre para manosearnos un poco y calentarnos hasta que el timbre sonara. Era delicioso, sentir esa adrenalina de estar con un profesor y que solo lo supiéramos él y yo, me hacía querer perder mi virginidad en cada encuentro. Él me tenía agregada en su teléfono como “Mi colegiala virgen” y yo lo aceptaba porque ambos sabíamos que nuestra calentura, algún día iba a consumirse en un sexo desenfrenado en cada rincón del colegio.

Estuvimos así por 2 meses hasta que me dijo: Tatiana, necesito hacerte mía, necesito probar de esa cuquita que me tiene loco y culiarte para cumplir esa fantasía cliché de un profesor con una colegiala virgen como tú. Estuve muy indecisa, le dije que lo tenía que pensar porque no esperaba que fuera tan rápido. Si quería hacerlo con él, pero necesita tiempo, así que le dije que me diera un mes más y luego sería toda suya.

Dejé mi apodo de “colegiala virgen” atrás

Llegó el día, el tan esperado día en que mi apodo de colegiala virgen desaparecería. Le dije que me recogiera donde una amiga para que mi mamá no fuera a vernos. Eran las 9 de la noche cuando llegamos al motel, estaba temprano y yo muy nerviosa. Me había depilado toda, me había puesto ropa interior nueva, estaba lista para convertirme en mujer.

Él estaba tranquilo, pero para que me bajaran los nervios, pedimos una botella de ron y comenzamos a tomar mientras el alcohol nos ponía más alegres y sueltos. La habitación estaba decorada con pétalos de rosas y espejos por doquier. Besos van, besos vienen, comenzamos a quitarnos la ropa mientras que de su boca salían palabras de amor y ternura. Me decía que me veía hermosa, que tenía un cuerpo espectacular, que era su mujer y que pronto pasaría de ser su colegiala virgen a ser su mujer soñada.

Me hizo el amor de la manera más dulce posible. Fue muy suave, paciente, tierno y amoroso. Me acariciaba mucho los senos, me besaba suave, sus manos recorrían mi cintura de arriba hacia abajo hasta llegar a mis nalgas y meterse entre ellas para sobar mi vagina caliente. Me metía los dedos suavemente y los sobaba contra mi clítoris para mojarme aún más. Luego me hizo sexo oral por 20 minutos, se puso el condón e intentó penetrarme suave. Me dolió mucho la primera vez, pero luego me fui relajando hasta que entraba hasta la mitad. Solo hicimos la pose del misionero porque mis nervios no me dejaban moverme mucho y luego de 40 minutos se vino dentro de mí con el condón puesto. Claramente no fue un sexo desenfrenado, pero había sido mi primera vez y fue perfecto.

Por fin dejaría atrás mi apodo conocido de “colegiala virgen”, ahora sería como mis demás compañeras, solo que, a diferencia de ellas, yo hice el amor con mi profesor del colegio y para mí, no había mayor fantasía cumplida que esa.

Relatos eróticos: Cumplí mi fantasía de hacer el amor en la playa 🔊

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Una de mis mayores fantasías siempre ha sido hacer el amor en la playa con mi esposo, me gustaría hacerlo ahí para sentir la adrenalina y pensar que “estamos haciendo locuras”. Él también lo pensaba, pero no le daba mucha importancia porque le gustaba hacerlo más a la antigua, en la cama y ya.

Un día, tuvimos la idea de pegarnos una escapada de 4 días a la playa para salir un poco de la rutina. Planeamos todo y salimos el siguiente fin de semana. Cuando llegamos a la playa, buscamos un bar cerca para tomarnos algunas copas y relajarnos. Al sentirme algo mareada, le dije a mi esposo que cumpliera mi fantasía, la de hacer el amor en la playa.

Terminamos nuestros tragos y caminamos hasta llegar a un lugar solitario y oscuro. Ambos teníamos nervios porque estaba de noche, y aunque estaba solo, podrían vernos, pero yo quería tener sexo en un lugar donde pudiera cumplir una fantasía que quizás es cliché para muchos. Y sin embargo, es innegable el romanticismo de solo pensar en hacer el amor en la playa puede causar en mí y en muchas parejas, creo que tiene que ver más que todo con el tema de sentir esa adrenalina de ser descubiertos.

El escondite

Nos hicimos detrás de una palmera fingiendo que solo íbamos a sentarnos y charlar un poco. Yo llevaba puesta una falta de prenses que fácilmente podía levantarse y él llevaba puesto una pantaloneta. Comenzamos a besarnos y a acariciarnos muy tiernamente por si alguien nos veía, pero por dentro ambos sabíamos que íbamos a llegar mucho más lejos. Cuando ya llevábamos varios minutos de besos, puse mi mano en su pantalón y sentí que estaba muy caliente y duro, eso me excitó tanto que cogí su mano y la metí entre mis piernas para que sintiera mi vagina húmeda e hinchada.

Comenzó a meter sus dedos mientras me decía que me quería clavar su verga en todos los orificios de mi cuerpo. Me reí un poco, pero para no perder la calentura, le dije que continuara diciéndome cosas sucias mientras yo lo masturbaba con mi mano y pensaba que al fin estaba llevando a cabo mi sueño de hacer el amor en la playa.

Cabalgando en la playa

Así estuvimos como 5 minutos, ya no aguantaba más, quería estallar de placer, pero con su pene en mi vagina, quería que me follara bien duro, la situación me tenía muy mojada. Ya no pensaba en la pena que me daría si alguien nos viera, sino en cabalgar a mi esposo hasta que me echara toda su leche adentro.

Me monté encima de él y en menos de 2 segundos clavo su verga hasta el fondo de mi vagina y tapo mi boca con su mano para que no gritara. Cuando ya entró todo, soltó mi boca y comenzó a hacerlo suave para no excitarnos mucho y no venirnos rápido. Hubo un momento en que pensé que hacer el amor en la playa no era tan rico como pensaba porque sentí como la arena comenzó a darnos picazón y rayar nuestra piel al ritmo de cada movimiento.  Hicimos el amor lentamente, pero sin intentar alargar la faena, pues estábamos haciendo ruidos sospechosos que nos excitaban más y más, y mi esposo estaba a punto de eyacular.

Hacer el amor en la playa ya era una fantasía cumplida

Mi esposo me dijo que ya iba a venirse, pero quería que yo me viniera primero, así que comencé a masturbarme mientras él metía y sacaba su verga muy rápido. Luego de eso tuve un orgasmo delicioso, largo e intenso. Mientras apretaba su pene con mi vagina y me venía lentamente, escuche como sus gemidos iban cambiando y se iban haciendo más fuertes. En eso, sentí como su leche corría por mi vagina y mientras él lo sacaba, su semen rebozaba por fuera de mí y empezaba a chorrear sobre su pelvis.

Quedé muy satisfecha, pero con ganas de más. No pensé que hacer el amor en la playa me dejaría tan feliz. Subió su pantaloneta, medio se limpió con el bóxer y me besó diciéndome que amaba que fuera tan caliente y extrovertida. Lo besé, me limpié el semen regado con la falda, me subí las tangas y salimos como si nada.

Debo decir que hacer el amor en la playa fue una experiencia única, la repetiría cientos de veces y en playas diferentes cada vez. Es algo que, de solo pensarlo, me anima y me poner a volar la imaginación. Y aunque he pensado en varias ocasiones en hacer el amor en la playa, siempre van a existir momentos que no ameritan pensarlo, sino simplemente dejarse llevar por la calentura del momento. Eso es lo que puntualmente hace excitante el momento: dejarse llevar y que la adrenalina y el deseo nos invadan por completo.